Sofia y Solomia Artemchuk creen que han seguido un camino similar en la vida porque son gemelas. Por lo tanto, era tal vez inevitable que acabaran en la misma unidad en el ejército llevando a cabo la misma tarea arriesgada en este conflicto.
Las hermanas, de 30 años de edad, son miembros de un batallón médico voluntario, las Hospitalarias, que se ocupan del tratamiento de emergencia y la evacuación de los heridos, las 24 horas del día, a menudo bajo un intenso fuego.
La naturaleza del trabajo significa que, inevitablemente, hay bajas entre los miembros de la unidad, que pueden verse atrapados en los ataques aéreos y el fuego de artillería, así como, según afirman, ser objetivo deliberado de las fuerzas rusas.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró esta semana que los ataques a instalaciones sanitarias habían aumentado de forma constante, y que nueve personas habían muerto en al menos 16 ataques distintos desde que comenzó la invasión rusa. Señaló que algunos de los incidentes se habían producido cuando las ambulancias fueron requisadas para actividades no sanitarias, sin especificar qué bando era el responsable.
Las Hospitalarias niegan haber utilizado alguna vez subterfugios para acceder a los lugares en los que ha habido víctimas. Sin embargo, van armadas durante sus misiones, han participado en tiroteos con el enemigo y tienen su base junto a los destacamentos ucranianos de primera línea.
El batallón, que lleva el nombre de los Caballeros Hospitalarios, una orden religiosa con sede en Jerusalén en la época de las Cruzadas, se puso en marcha en Ucrania en 2015 para atender a los heridos durante las guerras separatistas que llevaron a la creación de las “repúblicas populares” de Donetsk y Luhansk.
La fundadora de las Hospitalarias, Yana Zinkevich, tenía previsto estudiar medicina en la universidad, pero se quedó en el batallón como su comandante. Fue condecorada con la Orden del Mérito por el gobierno ucraniano, además de recibir varios premios cívicos.
Tener una jefa ha sido una motivación para algunos de los que se han alistado.
“Es bueno que tengamos una mujer en un puesto importante en un momento como éste”, dice una voluntaria de 27 años. “Y es bueno hablar de esto hoy, Día Internacional de la Mujer. Para nosotros es importante marcar este día, no sólo como algo simbólico, sino como algo muy real.”
Natalya, que no quiere que se publique su apellido en parte porque miembros de su familia se encuentran en Mariupol, ciudad actualmente cercada por las tropas rusas, trabajaba como diseñadora gráfica antes de ingresar en las Hospitalarias.
“La empresa para la que trabajaba ha tenido que cerrar. La mayor parte del personal se ha ido de Kiev al oeste de Ucrania, así que no sé cuándo podrá reabrir. Ni siquiera sabemos qué va a pasar con Kiev”, dice. “Muchos de mis amigos, mi familia, también se han ido. Pero yo he decidido quedarme. Es nuestra ciudad y tenemos que cuidar de nuestra gente aquí”.
La madre de Sofía y Solomia Artemchuk fue una de las primeras en prestar servicio, como voluntaria militar, en el conflicto de hace siete años. Ahora se encuentra en Lviv, preocupada por sus hijas pero sin desanimarlas para que sigan cumpliendo con sus obligaciones.
“Ni siquiera sabíamos que nuestra madre se había presentado como voluntaria cuando lo hizo: no quería preocuparnos”, dice Solomia en una de las bases del batallón en Kiev. “Así que quizá servir al país forme parte de nuestro ADN. Es una lucha de todos los ucranianos, tanto de las mujeres como de los hombres. Es natural que queramos participar en ella”.
Su hermana Sofía añade: “Cuando nos alistamos sabíamos de qué se trataba, cuáles eran los peligros, así que no podemos quejarnos de eso. Hemos recibido formación sobre las armas, pero hasta ahora no hemos tenido que utilizarlas. Nuestro trabajo es salvar vidas, esa es nuestra prioridad, pero también tenemos que defendernos si es necesario.”
Katarina Halushka, una colega y amiga que trabaja en el Ministerio de Defensa ucraniano, visita a las dos hermanas. Las tres mujeres se veían casi a diario antes de la guerra. Esta es una rara oportunidad para ponerse al día.
Hablan de sus amigos comunes, de sus novios pasados y presentes, de lo que ha pasado con los lugares donde solían salir y de dónde les gustaría reunirse cuando termine el conflicto.
“Pero ahora que la cháchara ha terminado, hablemos de la guerra”, dice Halushka, de 25 años, que lleva una pistola, una Makarov, en una funda alrededor de la cintura.
“Mucha gente en el extranjero pensaba que Vladimir Putin nos iba a aplastar fácilmente, que tomaría Kiev en pocos días. Eso no ha sucedido; nos estamos defendiendo bien, como pueden ver. Estamos muy agradecidos por el apoyo internacional, pero somos nosotros, todos los ucranianos, los que lo veremos hastael final”.
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