La muerte de la Reina Isabel II, la monarca más longeva del mundo, ha estado marcada por una efusión de dolor global, con civiles y líderes de todo el mundo elogiando a la monarca por sus 70 años de servicio dedicado al Reino Unido y su posición internacional como elemento de estabilidad. La emoción ha sido especialmente alta, ya que se produjo tras las celebraciones del Jubileo de Platino.
Pero la ola de apoyo ha ido acompañada de llamamientos para que se reconozca el mortífero legado del imperio británico y de debates sobre hasta qué punto los últimos regentes británicos, incluida la reina Isabel, estuvieron directamente implicados en él. También ha habido llamamientos desde algunos rincones de la Commonwealth para que se abra un nuevo debate sobre el futuro de la monarquía en sus vidas, tras la proclamación de un nuevo Rey.
En el Reino Unido, mientras tanto, grupos de derechos, miembros del parlamento y el antiguo jefe de la lucha antiterrorista británica, han expresado su alarma por la erosión de la libertad de expresión tras una serie de detenciones de manifestantes antimonárquicos. Las críticas a la Reina han sido recibidas con una fuerte reacción en línea, y algunos comentaristas han dicho que se han enfrentado al racismo y a las amenazas a su seguridad.
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