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El único terrorista suicida que sobrevivió al peor atentado de la historia reciente de Francia pasará el resto de su vida en prisión, según han dictaminado los jueces.
Salah Abdeslam, de 32 años, no tiene esperanza de obtener la libertad condicional por su participación en las atrocidades de noviembre de 2015, en las que fueron asesinadas 130 personas.
Otras 500 personas resultaron heridas en los atentados perpetrados por militantes islamistas en el Estadio de Francia de París, en seis restaurantes y cafés del distrito 10 y 11 y en la sala de conciertos Bataclan.
Francia -y el resto de Europa- quedó en estado de shock.
Cinco jueces especializados en la lucha antiterrorista con sede en París anunciaron el miércoles que Abdeslam era culpable de varios cargos relacionados con el terrorismo, junto con otros 18 acusados.
El fallo se produjo tras un maratoniano juicio de 10 meses en un tribunal especialmente construido en el Palacio de Justicia de París, en el que participaron 1.800 demandantes, 330 abogados y un expediente que se extendía a un millón de páginas en 542 volúmenes.
La banda de rock estadounidense Eagles of Death Metal estaba en el escenario del Bataclan esa noche, y llevaba una hora interpretando su canción “Kiss the Devil” cuando tres yihadistas armados -Foued Mohamed-Aggad, Ismael Omar Mostefai y Samy Amimouburst- irrumpieron en el recinto, lleno de 1.500 aficionados, alrededor de las 21.47 horas.
Los atacantes gritaron “Allahu Akbar” y comenzaron a disparar contra la multitud con rifles automáticos. La masacre duró casi dos horas y media y la luz de las armas de los asesinos al disparar fue la única interrupción de la oscuridad.
Noventa personas perdieron la vida en medio del tumulto, ya que los espectadores se apresuraron a salir durante los intervalos del tiroteo en los que los asesinos recargaban sus armas con cartuchos que llevaban en mochilas.
Otros murieron al negarse a dejar a sus amigos heridos.
Las fuerzas especiales francesas irrumpieron en el teatro a las 12.12 horas, y los asesinos abandonaron su plan de tomar rehenes, detonando en su lugar sus chalecos suicidas y muriendo en la explosión.
Abdeslam sobrevivió porque su chaleco suicida no explotó.
Miembros de la banda traumatizados dijeron más tarde a Vice que en un principio supusieron que los fuertes golpes y gritos que habían escuchado desde el estadio eran el resultado de que los fans habían soltado petardos o de que una pieza de su propio equipo se había incendiado, antes de darse cuenta de que algo iba gravemente mal y de salir a rastras del escenario aterrorizados.
El vocalista Jesse Hughes, el guitarrista Eden Galindo y el batería Julian Doria consiguieron escapar por una calle lateral a través de una puerta entre bastidores, y finalmente encontraron refugio en una comisaría de policía local con la ayuda de los transeúntes.
Mientras huía, Hughes llamó frenéticamente a su novia, Tuesday Cross, momento en el que se encontró con uno de los pistoleros. “Vi al tirador. Se giró y me apuntó con el arma, pero el cañón dio en el marco de la puerta”, contó Hughes Vice. En la entrevista grabada 12 días después del suceso todavía estaba visiblemente conmocionado.
El bajista Matt McJunkins, por su parte, se escondió con los fans dentro de un camerino, el grupo armado únicamente con una botella de champán destinada a la fiesta posterior para defenderse, mientras que otro guitarrista, Dave Catching, se puso a cubierto en un baño antes de ser finalmente rescatado por la policía.
Al igual que Hughes, el ingeniero de sonido de Eagles of Death Metal, Shawn London, también recordó haber mirado a uno de los terroristas mientras huía del auditorio por sus puertas delanteras de cristal destrozadas: “Me miró directamente. Me disparó y falló. Golpeó mi consola y los botones salieron volando por todas partes”, dijo.
El vendedor de mercancía del grupo, Nick Alexander, de 36 años, de Colchester, estaba entre los muertos.
Los supervivientes del Bataclan recuerdan su calvario
El Isis admitió más tarde haber llevado a cabo los ataques coordinados como represalia contra Francia por los ataques aéreos contra sus milicias en Siria e Irak.
La misma red volvió a golpear en Bruselas, Bélgica, cuatro meses después, matando a otras 32 personas.
El fiscal de París, François Molins, que estaba en el Bataclan esa noche y dirigió la investigación, dijo que él -al igual que el líder de Eagles of Death Metal, Jesse Hughes- todavía sufría pesadillas regulares como resultado de las acciones de los yihadistas.
“La visión de las escenas del crimen nunca saldrá de mi cabeza”, dijo. “Después de eso, tomo la medida de la zona de confort en la que me encuentro. No he sufrido en mis carnes. No perdí a personas cercanas a mí”.
La audiencia dedicó tiempo a permitir que los supervivientes testificaran en detalle sobre su calvario y sus luchas para superarlo, mientras que las familias de los asesinados hablaron de lo difícil que fue pasaren.
Contaron relatos muy personales de los horrores infligidos aquella noche y escucharon historias de innumerables actos de valentía, humanidad y compasión entre desconocidos. Algunos esperaban que se hiciera justicia, pero la mayoría sólo quería decir directamente a los acusados que habían quedado irremediablemente marcados, pero no rotos.
“Los asesinos, estos terroristas, pensaron que estaban disparando contra la multitud, contra una masa de gente”, dijo Dominique Kielemoes al comienzo del juicio en septiembre. Su hijo murió desangrado en un café. “No era una masa, eran individuos que tenían una vida, que amaban, tenían esperanzas y expectativas”, dijo.
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