Hace un año, miles de personas llenaron las calles y plazas públicas de Cuba en la mayor manifestación de protesta del país en décadas.
En el aniversario del lunes, sus principales ciudades parecían relativamente normales: los estudiantes se sentaban en las escuelas y la gente iba a trabajar, y como de costumbre había largas colas de gente buscando comida o esperando un autobús, ya que la isla se enfrenta a la escasez en una crisis económica.
Cientos de personas fueron detenidas durante los disturbios del pasado mes de julio, y algunas han sido condenadas a hasta 25 años de prisión. Eso es todo lo que acuerdan las dos partes.
Los críticos del gobierno dijeron que los acontecimientos mostraban a los cubanos luchando contra la opresión. Las autoridades lo retrataron como un momento en el que Cuba evitó un “golpe blando” fomentado por Estados Unidos.
Los días 11 y 12 de julio de 2021, los manifestantes salieron a las calles para expresar su frustración por la escasez, las largas colas y la falta de opciones políticas. Algunos fueron atraídos a las marchas por convocatorias en las redes sociales, mientras que otros se unieron espontáneamente al paso de los manifestantes.
La economía sigue en crisis, con un aumento de los precios de los productos disponibles, y se ha producido un aumento de la migración a Estados Unidos.
La economía cubana también sigue lastrada por las sanciones de Estados Unidos. A pesar de sus promesas durante la campaña de poner fin a las sanciones, el presidente Joe Biden sólo ha suavizado algunas, como permitir a los residentes estadounidenses enviar más dinero a sus familiares cubanos.
Desde las protestas, las relaciones entre los dos países han sido tensas.
En un mensaje a los cubanos el lunes, el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, dijo que “los estadounidenses observaron con admiración el 11 de julio de 2021, cuando decenas de miles de ustedes salieron a las calles para alzar sus voces por los derechos humanos, las libertades fundamentales y una vida mejor”. Dijo que los Estados Unidos están con los manifestantes.
El gobierno de Cuba ofreció una opinión diferente.
“Hubo vandalismo, algunos con crueldad y tremenda beligerancia”, dijo el presidente cubano Miguel Díaz-Canel en comentarios publicados en medios oficiales el lunes. “Si hay algo que celebrar es la victoria del pueblo cubano, de la revolución cubana, ante los intentos de convertir (las protestas) en un ‘golpe blando'”.
En respuesta a Blinken, el canciller Bruno Rodríguez dijo que su mensaje era una confirmación de la “participación directa” del gobierno de Estados Unidos “en los intentos de subvertir el orden y la paz” en Cuba.
Las autoridades no han dicho cuántas personas fueron detenidas durante las protestas, pero una organización independiente formada para seguir los casos, Justicia 11J, ha contado más de 1.400. En junio, la fiscalía cubana dijo que los tribunales habían impuesto condenas a 488 manifestantes, de hasta 25 años de prisión.
El gobierno insiste en que los manifestantes no fueron detenidos por razones políticas, sino por violar las leyes contra el desorden público, el vandalismo o la sedición. Dice que muchos actuaron por instigación de grupos de oposición con sede en Estados Unidos que utilizan las redes sociales para atacar el sistema comunista de Cuba.
El marido de Saily Núñez, Maikel Puig, estaba entre los manifestantes. Ha sido condenado a 20 años de prisión.
“Más que un día triste, me siento orgullosa de que mi valiente (esposo) estuviera ahí en las calles”, dijo Núñez en su cuenta de Twitter el lunes.
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