Homo sea que la guerra en Ucrania termine -y algún día deberá hacerlo- un hombre pasará a la historia como el abanderado de su nación tras la invasión rusa, y en el largo recorrido de la historia, quizás, como el líder que forjó la identidad moderna de Ucrania.
Siendo un presidente novato a mitad de su primer mandato, Volodymyr Zelensky estuvo magníficamente a la altura de la mayor emergencia a la que puede enfrentarse un país, y es en gran parte gracias a su ejemplo inspirador que, cinco meses después de que los rusos lanzaran su ataque múltiple, Ucrania sigue luchando.
Con su característica camiseta caqui y su ligera barba de caballo, sus emisiones nocturnas de televisión y sus reuniones con el Zoom en todo el mundo, Zelensky se ha convertido en una figura familiar más allá de las fronteras nacionales de Ucrania, y ha imprimido a su país en todos los mapas internacionales. Además de su casi incomprensible coraje personal, Zelensky ha demostrado su capacidad -más allá de sus dotes naturales como actor- para reflejar los múltiples matices del estado de ánimo nacional: desde el buen humor hasta la tristeza más absoluta; desde la rabia más intensa hasta la determinación más absoluta. A estas alturas, el peaje del conflicto está grabado en las líneas de su frente, transformándolo de un actor de televisión de aspecto juvenil a un experimentado líder de guerra en menos de medio año.
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