Tras semanas de crecientes tensiones entre Rusia y Ucrania por el aumento de las fuerzas militares de Moscú a lo largo de la frontera occidental con su vecino, la situación parece estar llegando a un punto crítico.
Los bombardeos se han intensificado en los últimos días en el este de Ucrania, a lo largo de una línea de frente que lleva mucho tiempo en pie entre los separatistas respaldados por Rusia y las fuerzas ucranianas, mientras que los líderes y funcionarios occidentales han emitido repetidas advertencias de que es probable que se produzca una invasión en cuestión de días.
El Reino Unido ha visto información de inteligencia que sugiere que el plan de Vladimir Putin para invadir Ucrania ya está en marcha, dijo Downing Street el martes, haciéndose eco de una advertencia similar de la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris el sábado.
El lunes, Putin reconoció formalmente dos regiones del este de Ucrania en manos de grupos separatistas prorrusos como estados independientes.
Denis Pushilin y Leonid Pasechnik, líderes de las autoproclamadas República Popular de Donetsk (RPD) y República Popular de Luhansk (RPL), respectivamente, hicieron un llamamiento directo al Kremlin y pidieron ayuda militar y financiera, ya que la situación en esas regiones es cada vez más crítica.
El líder ruso informó debidamente a su consejo de seguridad de que era necesario que sus llamamientos fueran considerados seriamente.
El Sr. Putin fue informado por su predecesor, Dmitry Medvedev, ahora vicepresidente del consejo, de que cree que una mayoría de rusos apoyaría las reivindicaciones de independencia de las dos regiones, y añadió que alrededor de 800.000 ciudadanos rusos viven en la DPR y la LPR.
El reconocimiento de su estatus como estados independientes no tardó en llegar, lo que dio a Putin un pretexto para enviar tropas al otro lado de la frontera, argumentando que lo hacía para proteger a las regiones escindidas como aliadas contra Kiev.
La comunidad internacional criticó inmediatamente la decisión, y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas expresó su “gran preocupación”.
Vassily Nebenzia, el embajador ruso ante la ONU, insistió en que no habría un “nuevo baño de sangre” en el este de Ucrania, pero advirtió a Occidente que “se lo pensara dos veces” antes de empeorar las cosas.
“Seguimos abiertos a la diplomacia para una solución diplomática”, dijo. “Sin embargo, permitir un baño de sangre en Donbás es algo que no tenemos intención de hacer. Nos vemos obligados a constatar el papel negativo que desempeñan nuestros colegas occidentales, encabezados por EEUU.”
El secretario de Defensa del Reino Unido, Ben Wallace, ha dicho que la situación es ahora “increíblemente grave”, y ha añadido: “Se trata de un Estado soberano al que se le ha anexionado ahora parte de su territorio”.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ya ha prometido que Rusia se enfrentará a un “aluvión de sanciones”, y se espera que Estados Unidos y la UE adopten medidas similares como medida disuasoria.
Igual de contundente fue el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders, que lo calificó de “acto de guerra”, afirmando igualmente que las sanciones serán “necesarias para garantizar que no haya más importaciones de bienes o servicios de Rusia, como la energía, y que se ponga fin al acceso global de Rusia a los servicios financieros.”
Mientras tanto, Alemania se ha movilizado para bloquear la aprobación reglamentaria del gasoducto Nord Stream 2 que le une a Rusia a través del Mar Báltico como sanción por la agresión.
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha minimizado hasta ahora la reacción, declarando: “Nuestros colegas europeos, estadounidenses y británicos no se detendrán y no se calmarán hasta que hayan agotado todas sus posibilidades para el llamado ‘castigo a Rusia’. Ya nos amenazan con todo tipo de sanciones o, como dicen ahora, “la madre de todas las sanciones”.
“Estamos acostumbrados a ello. Sabemos que las sanciones se impondrán de todos modos, en cualquier caso. Con o sin razón”.
Tanto la RPD como la RPL declararon su independencia el 12 de mayo de 2014, después de que Putin se anexionara la península de Crimea en respuesta a que su candidato presidencial preferido, pro-Moscú, Víktor Yanukóvich, fuera expulsado del poder por las protestas masivas.
Se calcula que 14.000 personas han muerto en el actual conflicto en la región durante los últimos ocho años, y la OTAN y Ucrania acusan a Rusia de armar a los rebeldes separatistas, una acusación que el Kremlin niega.
La RPD y la RPL son consideradas oficialmente organizaciones terroristas por Kiev, aunque no es una designación acordada por Estados Unidos, la UE u otros organismos internacionales.
Sus anteriores líderes, Alexander Zakharchenko e Igor Plotnitsky, fueron firmantes de los acuerdos de Minsk de 2014 y 2015, que se forjaron con la esperanza de poner fin a la violencia, pero que nunca se promulgaron debido a las diferentes interpretaciones de los acuerdos.
Rusia insistióque no era parte del conflicto y que, por tanto, el acuerdo no se le aplicaba, argumentando que no podía retirar las fuerzas armadas y el material militar de Donetsk y Luhansk porque los combatientes formaban parte de una insurgencia separatista y no de la suya propia.
Ambas partes siguieron en desacuerdo, ya que Ucrania consideraba los acuerdos de Minsk como un medio para restablecer el control sobre su frontera, mientras que Rusia los veía como una oportunidad para conceder autonomía a los territorios rebeldes, dándole efectivamente una voz en la política exterior ucraniana por delegación.
La perspectiva de las elecciones en el corazón industrial del Donbás, que alberga la DPR y la LPR, también fue controvertida, ya que planteaba la posibilidad de que los antiguos señores de la guerra separatistas se sentasen en el parlamento o ganasen altos cargos dentro de la policía, un resultado considerado intolerable por muchos ucranianos.
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