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La reacción a Los versos satánicos obligó a Salman Rushdie a esconderse, pero volvería a emerger

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Wuando Salman Rushdie se vio obligado a esconderse el día de San Valentín, en febrero de 1989, no sólo fue la mayor historia cultural del momento, sino también la mayor historia política.

Ahora se tiende a olvidar, pero el gobierno de Margaret Thatcher, aunque proporcionó protección policial y casa segura a Rushdie, no fue un gran defensor del novelista. En una serie que publicamos llamada Héroes y Villanos, el ministro del gobierno Norman Tebbit nombró a Rushdie como su “villano”. Otro ministro del gabinete, Sir Geoffrey Howe, dijo a la BBC que el libro había comparado a Gran Bretaña con la Alemania nazi.

Pero Rushdie no se quedó sin amigos. El mundo del arte se manifestó en su defensa y se horrorizó ante la quema pública de Los versos satánicos en Bradford y marchas con pancartas de Rushdie con una soga al cuello.

Rushdie salió ocasionalmente de su escondite durante su década en casas seguras y yo estuve presente en dos de esas ocasiones, cuando se dirigió a reuniones tanto de partidarios como de detractores. Al final de las reuniones, la División Especial lo devolvió. Rushdie diría más tarde lo conflictivo que se sentía, habiendo sido crítico con la policía para encontrarla ahora como sus protectores, compañeros y amigos.

Rushdie formaba parte del brillante grupo de jóvenes novelistas, entre los que se encontraban Martin Amis e Ian McEwan, cuya obra dominó el panorama literario de las últimas décadas del siglo XX. Nacido en lo que hoy se conoce como Bombay, su segunda novela, publicada en 1981, Midnight’s Children fue una espectacular mezcla de ficción histórica y realismo mágico, una gran exploración de la Partición, sus horrores y los traumas psicológicos que dejó en la India de la época. Ganó no sólo el Premio Booker, sino en dos ocasiones posteriores el Booker de los Bookers, un premio que se otorga al libro considerado el mejor de todos los ganadores del premio Booker hasta la fecha. Fue una progresión asombrosa para un hombre que empezó como redactor en una agencia de publicidad, ideando el entonces famoso eslogan para pasteles de crema “Naughty but Nice”.

Hubo protestas y marchas en Gran Bretaña, disturbios -con muertos- en otros países y el asesinato selectivo del traductor japonés del libro. El libro fue prohibido en numerosos países.

Al principio, Rushdie se mostró desafiante como de costumbre, diciendo: “Francamente, me gustaría haber escrito un libro más crítico”, pero a medida que se prolongaba su exilio, abrazó el Islam en un intento de acabar con la polémica. Pero no sirvió de nada. En 1998, un nuevo régimen en Irán declaró el fin de la fatwa, y Sir Salman, nombrado caballero en 2007, acabó trasladándose a Estados Unidos, donde pensó que estaría a salvo.

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