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La Unión Europea impuso el viernes sanciones a cinco altos cargos del gobierno de transición de Malí, entre ellos el primer ministro Choguel Maiga, acusándoles de trabajar para obstruir y socavar la transición del régimen militar al civil.
La medida se produce días después de que los golpistas de Malí ordenaran la salida del embajador de Francia, en lo que fue el último episodio de una creciente crisis diplomática entre el empobrecido país de la región del Sahel, sus vecinos africanos y sus socios europeos. Pero las sanciones no estaban relacionadas con la expulsión.
Otros afectados por la congelación de activos y la prohibición de viajar de la UE son los miembros del círculo íntimo del coronel Assimi Goita, que se puso al frente el año pasado tras destituir a los dirigentes civiles del gobierno de transición de Malí. Los ciudadanos y las empresas de la UE tienen prohibido el acceso a los fondos de los cinco.
Las tensiones aumentaron aún más, sobre todo con la UE y otros socios internacionales, cuando Goita aplazó cuatro años, hasta 2026, la próxima votación presidencial. El grupo regional de África Occidental, la CEDEAO, impuso duras sanciones económicas en respuesta, y los europeos están siguiendo su ejemplo.
La UE considera a Maiga “responsable directo del aplazamiento de las elecciones previstas en la Carta de la Transición, por lo que está obstruyendo y socavando la finalización con éxito de la transición política de Malí.”
En diciembre, la UE también impuso sanciones a ocho personas y tres empresas petroleras vinculadas al Grupo Wagner de mercenarios rusos, que actualmente opera en Malí y está acusado de abusos de derechos en la República Centroafricana, Libia y Siria.
Malí ha luchado por contener una insurgencia extremista desde 2012. Los rebeldes fueron expulsados del poder en las ciudades del norte con la ayuda de una operación militar dirigida por Francia, pero se reagruparon en el desierto y comenzaron a atacar al ejército maliense y a sus aliados.
La inseguridad ha empeorado con ataques a civiles y a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. La UE ha estado entrenando a las fuerzas armadas de Malí desde 2013. Tenía previsto seguir haciéndolo a pesar de la grave inestabilidad y la agitación política.
Pero la expulsión del enviado de Francia está planteando dudas sobre la viabilidad de la misión, así como sobre el futuro de la fuerza militar dirigida por Europa conocida como Takuba. La semana pasada, el gobierno de Malí ordenó a los soldados daneses que abandonaran el país justo cuando llegaban para unirse a la fuerza especial.
Desde entonces, Noruega ha dado marcha atrás en su decisión de participar, y Alemania está debatiendo qué hacer con su contingente.
Las tensas relaciones con la junta de Malí están planteando a Francia uno de sus retos más difíciles en África en años. Miles de tropas francesas están estacionadas allí, y constituyen el núcleo de una importante operación internacional antiterrorista en la cada vez más inquieta región del Sahel, un fértil caldo de cultivo para los extremistas.
Cualquier decisión de Francia de retirar sus tropas sacudiría la región.
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