A pesar de la decidida oposición de los líderes de su partido -Donald Trump, en particular-, la congresista de Wyoming Liz Cheney ha presentado oficialmente su candidatura a la reelección, preparando unas primarias para morderse las uñas este agosto.
En un vídeo en el que declaraba su candidatura, la Sra. Cheney reiteraba que su deber era tanto con su estado como con la Constitución estadounidense, y presentaba su campaña como un esfuerzo por salvaguardar la propia democracia estadounidense.
“Si dejamos de lado nuestros principios fundacionales por la política del momento”, dice, “el milagro de nuestra república constitucional se desvanecerá. No debemos dejar que eso ocurra”.
La Sra. Cheney, que es una de las dos únicas republicanas que forman parte del comité selecto del 6 de enero, se enfrenta a un duro desafío por parte de la abogada republicana Harriet Hageman, que ha pasado de ser una cáustica crítica de Trump en 2016 a una exuberante defensora del ex presidente y de sus falsas afirmaciones de que le robaron las elecciones de 2020.
Entre los que apoyan a la señora Hageman no solo está el señor Trump, sino también el líder de la minoría Kevin McCarthy. Sin embargo, la Sra. Cheney también ha atraído el informe de otros críticos principales de Trump en su partido, sin olvidar a Mitt Romney, que el año pasado la elogió por “negarse a mentir“.
El Sr. Romney, el único senador republicano que votó para condenar al Sr. Trump en sus dos juicios de destitución, a principios de este año encabezó una recaudación de fondos para la congresista en su estado natal. La campaña de la Sra. Cheney parece excepcionalmente saludable para los estándares del Congreso; al final del primer trimestre de recaudación de fondos de este año, se informó que tenía casi 7 millones de dólares en la mano.
Habiendo servido como una conservadora acérrima desde 2017, la Sra. Cheney rompió dramáticamente con Donald Trump (y, por lo tanto, con el liderazgo de su partido) después del ataque del 6 de enero en el Capitolio de los Estados Unidos, uniéndose a solo nueve de sus colegas del GOP de la Cámara para votar para impugnar al 45º presidente por ayudar a incitar el disturbio.
Ese acto de apostasía y sus posteriores declaraciones la destituyeron como el tercer miembro de mayor rango del equipo de liderazgo republicano de la Cámara. En declaraciones a los periodistas después de que sus colegas votaran para destituirla, redobló la apuesta, insistiendo en que “haré todo lo posible para que el ex presidente no vuelva a acercarse al Despacho Oval.”
Desde entonces, su enemistad con los altos cargos de su partido en la Cámara de Representantes y con el ex presidente no ha hecho más que aumentar. A principios de este año, las grabaciones de audio filtradas tras el atentado del 6 de enero revelaron que ella y el señor McCarthy habían discutido explícitamente cómo hacer que el señor Trump dejara el cargo lo antes posible.
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