Los grupos prodemocráticos de Sudán convocaron el miércoles protestas masivas, denunciando el golpe militar de octubre que sumió al país en la confusión política y agravó sus problemas económicos.
La convocatoria de marchas fue la última de muchas para presionar a los generales, cuya toma de posesión desencadenó protestas callejeras casi diarias para exigir un gobierno civil.
La toma de posesión del ejército puso en peligro la transición de Sudán a la democracia, después de tres décadas de represión y aislamiento internacional bajo el presidente autocrático Omar al-Bashir.
La nación africana ha estado en un frágil camino hacia la democracia desde que un levantamiento popular obligó a los militares a destituir a al-Bashir y a su gobierno islamista en abril de 2019.
Las protestas han sido respondidas con una represión mortal que ha matado a más de 90 personas, en su mayoría hombres jóvenes, y ha herido a miles de personas, según un grupo médico sudanés.
Los gobiernos occidentales y las instituciones financieras mundiales suspendieron su ayuda a Sudán para presionar a los generales para que vuelvan a tener un gobierno dirigido por civiles.
El enviado de la ONU para Sudán advirtió el mes pasado que la nación del este de África se dirigía a “un colapso económico y de seguridad” a menos que abordara la parálisis política tras el golpe.
Las marchas del miércoles fueron convocadas por la Asociación de Profesionales de Sudán y las Fuerzas para la Declaración de la Libertad y el Cambio, una alianza de partidos y grupos políticos que encabezaron el levantamiento que culminó con la destitución de al-Bashir en 2019.
Quieren un traspaso inmediato del poder a un gobierno totalmente civil nombrado por los grupos prodemocráticos, así como la reestructuración de los organismos de seguridad y la disolución de las milicias.
Las demandas también incluyen la destitución de los generales en el poder implicados en el golpe, y que rindan cuentas en “juicios rápidos y justos”.
Las protestas se producen en el tercer aniversario del inicio de una sentada ante el cuartel general del ejército en la capital de Jartum que aceleró la destitución de al-Bashir.
También se producen en el 37º aniversario del derrocamiento del presidente Jaafar al-Nimeiri en un golpe de Estado incruento en 1985 tras una revuelta popular.
En aquel momento, los militares entregaron rápidamente el poder a un gobierno elegido. Sin embargo, esta administración disfuncional sólo duró unos años hasta que al-Bashir -un oficial de carrera del ejército- se alió con los islamistas de línea dura y lo derrocó en un golpe de Estado en 1989.
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