Mijail Gorbachov, el antiguo líder de la URSS que ayudó a poner fin a la Guerra Fría pero que no pudo evitar el colapso de la Unión Soviética, ha muerto, según informan los medios de comunicación rusos.
“Mijaíl Serguéievich Gorbachov ha fallecido esta tarde tras una grave y larga enfermedad”, ha declarado el Hospital Clínico Central de Moscú, citado por las agencias de noticias rusas. Tenía 91 años.
Gorbachov ayudó a forjar acuerdos de reducción de armamento con Estados Unidos y asociaciones con las potencias occidentales para eliminar el Telón de Acero que dividía a Europa desde la Segunda Guerra Mundial y lograr la reunificación de Alemania.
También fue famoso por sus intentos de reformar la URSS, incluyendo las políticas de perestoika y glasnost, y fue descrito por la líder británica Thatcher como un “hombre con el que se podía hacer negocios”, en un momento en que las relaciones entre Moscú y Occidente estaban prácticamente congeladas.
Sus reformas en el país contribuyeron a que las protestas a favor de la democracia se extendieran por las naciones del bloque soviético de la Europa del Este comunista a finales de la década de 1980. Pero, a diferencia de los anteriores líderes soviéticos, se abstuvo de utilizar la fuerza para aplastar las revueltas en Europa del Este, como había ocurrido anteriormente en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968.
Pero las protestas alimentaron las aspiraciones de autonomía en las 15 repúblicas de la Unión Soviética, que se desintegraron en los dos años siguientes de forma caótica.
Gorbachov luchó en vano por evitar ese colapso.
Al convertirse en secretario general del Partido Comunista Soviético en 1985, con sólo 54 años, se propuso revitalizar el sistema introduciendo libertades políticas y económicas limitadas, pero sus reformas se salieron de control.
Su política de “glasnost” -libertad de expresión- permitió críticas antes impensables al partido y al Estado, pero también envalentonó a los nacionalistas que empezaron a presionar por la independencia en las repúblicas bálticas de Letonia, Lituania, Estonia y otros lugares.
Muchos rusos nunca perdonaron a Gorbachov las turbulencias que desataron sus reformas, pues consideraban que la subsiguiente caída de su nivel de vida era un precio demasiado alto a pagar por la democracia.
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