Mijail Jodorkovski no tiene miedo de decir lo que piensa, por muy descorazonador que sea escucharlo. “Soy pesimista”, dice de entrada. “Creo que si la guerra sigue como está, por ahora, dentro de un mes más o menos la lucha será probablemente en Kiev y en Odesa”.
Como alguien que ha sufrido a manos del Kremlin, Jodorkovski sabe de lo que son capaces los hombres con los que se codea. El que fuera el hombre más rico de Rusia, que prosperó durante los años del salvaje oeste de la era Yeltsin, a Jodorkovski le cortaron las alas por criticar y no suscribir el nuevo régimen esculpido por Vladimir Putin a principios de la década de 2000.
El intento de vender una participación de su empresa petrolera Yukos a ExxonMobil resultó ser un paso demasiado grande. Su posterior arresto, acusado de fraude fiscal, y el desmantelamiento de Yukos, uno de los gigantes postsoviéticos de Rusia, marcaron el momento en el que Putin apartó al país de la integración política y económica con Occidente, encaminándolo en cambio hacia la cleptocracia y el autoritarismo.
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