Mucho del resto del mundo estaba concentrado en la guerra de Ucrania. Pero cuando el presidente Recep Tayyip Erdogan voló para reunirse con el presidente Vladimir Putin en la ciudad turística rusa del Mar Negro, Sochi, el mes pasado, tenía un punto principal en su agenda: conseguir que su anfitrión diera luz verde a sus planes militares contra los combatientes kurdos en el norte de Siria.
Pocos saben de qué hablaron los dos hombres el 5 de agosto durante casi cuatro horas de reuniones a puerta cerrada dentro de los muros y en los exuberantes terrenos verdes del palacio Bocharov Ruchey, la residencia de verano de la década de 1950 construida para los dirigentes de la Unión Soviética. Pero, como suele ocurrir tras largas reuniones entre Putin y otros líderes mundiales, Erdogan salió de la reunión como un hombre cambiado.
Después de más de 11 años de agitar abiertamente contra el régimen de Bashar al-Assad y de apoyar a sus opositores armados, empezó a lanzar un mensaje muy diferente sobre Siria, llamando a la reconciliación y al diálogo con los dirigentes de Damasco.
Comments