Hanan El-Atr, la viuda de Jamal Khashoggi, siempre se sintió espiada. Ahora, tiene pruebas. En abril de 2018, seis meses antes de que el periodista fuera asesinado en el interior del consulado saudí en Estambul por un escuadrón de choque enviado por Riad, las autoridades emiratíes la detuvieron en el aeropuerto internacional de Dubái y la interrogaron.
Había borrado de su teléfono británico tres mensajes de WhatsApp que había enviado a un cantante marroquí que vivía en Londres y a un periodista de Qatar. Sin embargo, sus interrogadores conocían el contenido de esos mensajes. “Al decirme el contenido de los mensajes al principio de mi detención me asustaron mucho y no pude recordar nada para responder a sus preguntas”, dice El-Atr, que durante varios años trabajó como auxiliar de vuelo para Emirates Airlines.
“No tengo nada que ocultar, pero no dejan de amenazarme, diciendo que cogerán a mi familia, o que la torturarán delante de mí para que responda a sus preguntas. O que entregarán a mi familia a los servicios de inteligencia egipcios para que la torturen o la envíen a la cárcel o incluso la maten”.
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