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“Soy humana”, dijo la primera ministra finlandesa Sanna Marin a sus partidarios en la ciudad sureña de Lahti a principios de esta semana. “Y a veces, en medio de estas nubes oscuras, echo de menos la alegría, la luz y la diversión”.
Marin respondía así tras varios días de titulares sobre sus fiestas, relacionados con los vídeos filtrados en las redes sociales de un evento celebrado unas semanas antes en Helsinki en el que la joven de 36 años bebió alcohol, bailó y cantó al ritmo de la música en un local privado. Más tarde se sometió a un test de drogas -que dio negativo- “para despejar cualquier duda” sobre sus acciones cuando otras imágenes del evento la mostraban bailando con una estrella del pop finlandesa. A esto le siguió una foto de dos influencers besándose parcialmente en topless en su residencia oficial de Kesaranta en otro evento. Marin se disculpó por ello y admitió que fue “inapropiado”.
No es la primera vez que la primera ministra, que tenía 34 años cuando asumió el cargo en diciembre de 2019 -entonces la primera ministra en activo más joven del mundo y la más joven de la historia de Finlandia-, salta a los titulares internacionales por su vida social. En diciembre de 2021 se vio obligada a disculparse por haber salido de fiesta tras un estrecho contacto con su ministro de Asuntos Exteriores, que había dado positivo en el test de Covid. Marin dijo que se había dejado el teléfono del trabajo y que había perdido una instrucción de aislamiento.
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