El martes se abrieron las urnas en las inusuales elecciones presidenciales de Kenia, en las que un antiguo líder de la oposición, respaldado por el presidente saliente, se enfrenta al vicepresidente, que se presenta como un outsider.
La elección se considera reñida, y el centro económico de África Oriental podría ver una segunda vuelta presidencial por primera vez.
Los principales candidatos son Raila Odinga, que lleva un cuarto de siglo compitiendo por la presidencia, y el vicepresidente William Ruto, que ha hecho hincapié en su trayectoria desde una infancia humilde para atraer a millones de kenianos en apuros acostumbrados desde hace tiempo a las dinastías políticas.
Más de 22 millones de personas están inscritas para votar en estas elecciones en las que las cuestiones económicas podrían tener más importancia que las tensiones étnicas que han marcado votaciones anteriores con resultados a veces mortales.
El presidente saliente, Uhuru Kenyatta, hijo del primer presidente de Kenia, atravesó las líneas étnicas habituales al apoyar a su rival de siempre, Odinga, tras su amarga contienda electoral de 2017. Pero tanto Odinga como Ruto han escogido compañeros de fórmula del mayor grupo étnico del país, los kikuyu.
Odinga ha hecho historia al elegir como compañera de fórmula a Martha Karua, la primera mujer que es una de las principales aspirantes a la vicepresidencia.
El aumento de los precios de los alimentos y el combustible, la enorme deuda pública, el elevado desempleo y la corrupción generalizada hacen que las cuestiones económicas estén en el centro de unas elecciones en las que el gasto no regulado de la campaña puso de manifiesto la desigualdad del país.
Los kenianos esperan una votación pacífica. Las elecciones pueden ser excepcionalmente turbulentas, como en 2007, cuando el país estalló después de que Odinga afirmara que le habían robado el voto y más de 1.000 personas fueron asesinadas. En 2017, el tribunal superior anuló los resultados de las elecciones, algo inédito en África, después de que Odinga los impugnara. A continuación, boicoteó la nueva votación y se autoproclamó “presidente del pueblo”, lo que provocó acusaciones de traición. Un apretón de manos entre él y Kenyatta calmó la crisis.
Es probable que este sea el último intento de Odinga, a sus 77 años, y los kenianos y los observadores electorales estarán pendientes de cómo reaccionan sus partidarios, a menudo apasionados, a los resultados y a cualquier acusación de amaño.
Los resultados oficiales deben anunciarse una semana después de las elecciones, pero se espera impaciencia si no llegan antes de este fin de semana.
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