El lugar lógico para que los científicos busquen señales de vida alienígena similar a la de la Tierra es alrededor de las estrellas similares al Sol, pero como señala una nueva investigación, casi la mitad de las estrellas similares al Sol en el universo podrían presentar un entorno estelar muy diferente para los planetas que albergan.
Alrededor de la mitad de las estrellas similares al Sol en el cosmos existen en sistemas estelares binarios, dos estrellas que orbitan entre sí en lugar de una sola estrella que vuela sola alrededor de su galaxia anfitriona. Pero la interacción de dos estrellas en órbita una alrededor de la otra podría cambiar drásticamente el proceso de formación de planetas.
Esta es la conclusión de un nuevo estudio publicado el lunes en la revista Nature.
Un equipo de investigadores dirigido por científicos del Instituto Niels Bohr de la Universidad de Copenhague, ha dirigido el radiotelescopio Alma (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) de Chile hacia NGC 1333-IRAS2A, un sistema estelar binario situado a unos 1.000 años luz de la Tierra. El sistema estelar está rodeado por una nube de gas y polvo, y aunque el sistema es demasiado joven para que se formen planetas, el disco es la materia de la que están hechos los planetas.
“Las observaciones nos permiten acercarnos a las estrellas y estudiar cómo el polvo y el gas se mueven hacia el disco”, dijo la investigadora postdoctoral del Instituto Niels Bohr y segunda autora del nuevo trabajo, Rajika Kuruwita, en un comunicado. Las simulaciones nos dirán qué física está en juego, y cómo han evolucionado las estrellas hasta la instantánea que observamos, y su evolución futura”.
El estudio sugiere que los sistemas estelares binarios como NGC 1333-IRAS2A se volverán periódicamente de 10 a 100 veces más brillantes de lo normal, quizás durante 10 a 100 años cada 1.000 años. Los investigadores creen que esto es el resultado de la danza gravitacional de las estrellas gemelas que perturba el disco y parte del material que cae en las estrellas.
Esto, a su vez, podría alterar la estructura del disco de forma significativa, afectando a la formación de cualquier protoplaneta en dicho sistema estelar.
“El material que cae desencadenará un calentamiento importante. El calor hará que la estrella sea mucho más brillante de lo habitual”, dijo Kuruwita en un comunicado. “Estas explosiones desgarrarán el disco de gas y polvo. Aunque el disco se volverá a construir, las ráfagas pueden seguir influyendo en la estructura del sistema planetario posterior.”
Queda por ver cómo esa influencia podría cambiar la naturaleza de los planetas.
Los investigadores esperan tener más tiempo en el telescopio Alma para continuar sus observaciones de NGC 1333-IRAS2A, pero señalan que las nuevas herramientas, en particular el telescopio espacial James Webb, que pronto estará operativo, podrían permitir a los científicos emprender estudios más detallados de los sistemas estelares binarios y buscar pruebas de vida más allá de la Tierra.
“El resultado es emocionante, ya que la búsqueda de vida extraterrestre contará con varios instrumentos nuevos y extremadamente potentes en los próximos años”, dijo en un comunicado el profesor Jes Kristian Jørgensen, del Instituto Niels Bohr, y líder del proyecto que dio lugar al estudio. Los resultados del estudio “pueden señalar lugares que serían especialmente interesantes para sondear la existencia de vida.”
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