Los intensos esfuerzos diplomáticos de los líderes estadounidenses y europeos no han logrado disuadir a Vladimir Putin de invadir Ucrania.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el primer ministro británico, Boris Johnson, el canciller alemán, Olaf Scholz, y otros, habían intentado evitar la acción militar antes de que Putin ordenara finalmente la entrada de tropas rusas en territorio ucraniano en la madrugada del jueves 24 de febrero.
Emmanuel Macron, el presidente francés, había citado previamente los acuerdos de Minsk como el “único camino sobre el que se puede construir la paz” tras una reunión cara a cara con Putin en Moscú.
Se refería a un par de acuerdos firmados en la capital bielorrusa en 2014 y 2015 con la esperanza de poner fin a la violencia en la región.
Por aquel entonces, Putin se había anexionado la península de Crimea y apoyaba la insurgencia separatista prorrusa en la región oriental de Ucrania, tras la destitución de su aliado Víktor Yanukóvich como presidente.
El acuerdo inicial, conocido como Minsk I, se firmó a los cinco meses de iniciado el conflicto, el 5 de septiembre de 2014, por representantes de Ucrania, Rusia, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y por los líderes separatistas apoyados por Rusia, Alexander Zakharchenko e Igor Plotnitsky, y establecía un acuerdo de alto el fuego de 12 puntos.
Sus disposiciones incluían el intercambio de prisioneros, la entrega de ayuda humanitaria y la retirada de armas pesadas, pero posteriormente se rompió tras las violaciones de ambas partes.
En febrero siguiente, los firmantes se reunieron de nuevo para firmar un acuerdo sucesor, denominado Minsk II, que había sido negociado en una cumbre celebrada en el Palacio de la Independencia de la ciudad, con la mediación del presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, y a la que asistieron Putin y el presidente ucraniano, Petro Poroshenko.
Minsk II, firmado el 12 de febrero de 2015, exigía a los participantes adherirse a los siguientes 13 puntos:
- Un alto el fuego inmediato y completo.
- Retirada de todas las armas pesadas por ambas partes.
- Supervisión y verificación por parte de la OSCE.
- Iniciar un diálogo sobre el autogobierno provisional de las regiones de Donetsk y Luhansk, de acuerdo con la legislación ucraniana, y reconocer su estatus especial mediante una resolución del Parlamento.
- Un indulto y una amnistía para las personas implicadas en los combates.
- Un intercambio de rehenes y prisioneros.
- Suministro de ayuda humanitaria.
- Reanudación de los vínculos socioeconómicos, incluidas las pensiones.
- Restablecer el control total de la frontera estatal por parte del gobierno de Ucrania.
- Retirada de todas las formaciones armadas, equipos militares y mercenarios extranjeros.
- Reforma constitucional en Ucrania, incluida la descentralización, con mención específica de Donetsk y Luhansk.
- Elecciones en Donetsk y Luhansk en los términos que se acuerden con sus representantes.
- Intensificar el trabajo de un Grupo de Contacto Trilateral que incluya a representantes de Rusia, Ucrania y la OSCE.
Sin embargo, tampoco se cumplieron sus condiciones, ya que Rusia insistió en que no es parte del conflicto y que, por lo tanto, el acuerdo no se aplica, argumentando que no puede retirar las fuerzas armadas y el material militar de Donetsk y Luhansk dado que los combatientes forman parte de la insurgencia separatista y no son suyos.
Las dos partes siguen en desacuerdo sobre el propósito de Minsk II, ya que Ucrania lo ve como un medio para restablecer el control sobre su frontera, mientras que Rusia lo ve como una oportunidad para conceder autonomía a los territorios rebeldes, dando efectivamente al Kremlin una voz en la política exterior ucraniana por delegación.
La perspectiva de las elecciones en Donbás también es controvertida, ya que plantea la posibilidad de que antiguos señores de la guerra separatistas se sienten en el parlamento o consigan altos cargos en la policía, un resultado intolerable para muchos ucranianos.
“Las principales disposiciones políticas son incompatibles, en mi opinión, con la existencia de Ucrania como país soberano”, afirma Duncan Allan, miembro de Chatham House especializado en los acuerdos de Minsk, dijo a Open Democracy, argumentando que presentan un “procedimiento secuencial muy enrevesado y confuso”.
El Sr. Macron estaba dispuesto a jugar al pacificador, entre otras cosas porque se enfrenta a una lucha por su propia reelección el próximo mes de abril, y esperaba poder convencer a su inescrutable homólogo ruso de que abandonara sus ambiciones sobre Ucrania y su hostilidad hacia la OTAN y aceptara los términos de Minsk II.
Los enviados de los firmantes originales se reunieron en Berlín para discutir el acuerdo el 10 de febrero, mientras que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo volverá a debatir este miércoles, pero desde entonces haquedó claro que el Sr. Putin no compartía la despreocupada confianza del francés en que las tensiones, que se han cobrado 14.000 vidas en ocho años, podrían cerrarse sin una acción militar.
Información adicional de las agencias
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