Algunos récords duran para siempre. Otros duran apenas 94 años. Desde que Tommy Johnson marcó 38 goles en 1928-29, nadie con la camiseta del Manchester City le había igualado. Hasta que, cuando aún le quedaban 19 partidos y quizá casi tres meses de temporada, Erling Haaland lo superó en una extraordinaria exhibición goleadora. Se supone que la Liga de Campeones es la competición más dura del deporte, pero Haaland marcó cinco goles en una hora de eliminatoria contra el club que fue semifinalista hace dos temporadas.
Los récords están cayendo, y no sólo el del City, establecido antes de la crisis de Wall Street y que duró medio siglo tras la muerte de Johnson. El récord de goles de un jugador del City en una campaña de la Liga de Campeones fueron los siete de Riyad Mahrez el año pasado. Haaland lo ha superado y se ha convertido en el máximo goleador de la competición esta temporada. Se ha convertido en el jugador que más rápido ha alcanzado la cifra de 30 goles en la Liga de Campeones en sólo 25 partidos, y ahora suma un total de 33 dianas. Tras haber marcado ya cuatro tripletes en su breve carrera en el City, anotó el quinto el martes por la noche. Sólo Luiz Adriano y Lionel Messi lo habían hecho antes en un partido de la Liga de Campeones y, si Pep Guardiola no lo hubiera retirado en la última media hora, el doblete inaugural de la competición parecía estar al alcance de la mano.
El Leipzig era así de pobre, así de poroso. Contaban con el mejor central del Mundial, Josko Gvardiol, pero se les podía perdonar que quisieran tener mejores compañeros mientras los destrozaban. El Leipzig había encajado seis goles en el Etihad Stadium la temporada pasada, pero al menos Christopher Nkunku les marcó un triplete aquel día. Sin el lesionado Nkunku, no tuvieron esa amenaza y encajaron siete. Fue una vergüenza para un equipo que venció al Real Madrid en la fase de grupos.
El City, por su parte, se clasificó para cuartos de final por sexto año consecutivo de la forma más contundente. Mucho antes de que Kevin de Bruyne marcara el séptimo, un sensacional disparo lejano en el último suspiro del partido, sus hinchas coreaban que eran “el mejor equipo del mundo”. El veredicto final podría llegar en Estambul en junio; por ahora, sin embargo, puede que tengan que conformarse con ser un equipo al que la mayoría esperaría evitar en el sorteo del viernes.
Cuando Haaland se marchó, ovacionado, resultaba incongruente pensar que sólo había marcado tres goles en sus nueve partidos anteriores. En el descanso ya había igualado esa cifra. Arrollador y dominante, fue su mejor actuación con el City. Fue demasiado rápido, demasiado grande, demasiado implacable y demasiado preciso para el Leipzig. Con 11 goles en contra, el Leipzig es oficialmente su rival favorito, y sin duda Marco Rose puede dar fe de que más vale prevenir que curar. El entrenador del Leipzig dirigía al Dortmund la temporada pasada, cuando Haaland marcó 29 goles. Puede que el apetito goleador del noruego sea aún mayor. Decidió esta eliminatoria con dos tantos en otros tantos minutos y luego elevó su cuenta a cinco en 35.
Si el Leipzig merece alguna simpatía en medio de su desdicha, es porque un par de decisiones contundentes fueron en su contra. En el 2-0, Ederson salió de su área y cometió falta sobre Konrad Laimer, que quedó impune. Antes de eso, el empate se había roto cuando el City consiguió el tipo de penalti que nadie recurrió pero que puede ser producto de la tecnología; hubo desconcierto cuando el árbitro Slavko Vincic fue enviado al monitor del terreno de juego, y algo de desconcierto por su decisión final. Rodri había cabeceado el balón contra el brazo de Benjamin Henrichs en medio de una batalla campal en el área de castigo. Sin importarle la razón, Haaland transformó el penalti.
Si el Leipzig estaba agitado, también lo estaba su larguero para el segundo gol de Haaland. Después de que el noruego cabeceara el balón hacia él, De Bruyne estrelló contra la madera un feroz disparo desde 20 metros. El rechace le cayó a Haaland, que se adelantó a su marcador. Haaland había iniciado y finalizado la jugada, obligando al guardameta Janis Blaswich a despejar apresuradamente al cerrarle el paso.
El tercero llegó de forma afortunada. Ruben Dias remató de cabeza un saque de esquina botado por Jack Grealish, que dio en el poste y se perdió por la línea de fondo. Amadou Haidara trató de despejar, pero el balón se estrelló en Haaland y, por tanto, en la red.
Su cuarto gol fue enganchado al segundo intento, después de que Blaswich salvara su cabezazo inicial tras otro saque de esquina. Su quinto gol fue un rebote después de que el poco convincente guardameta se topase con el disparo de Manuel Akanji con una floja parada. Pudo hacer dos más antes del descanso, señal de lo irresistible que estaba.
El otro gol fue obra de un alemán. Aun así, al Leipzig no le hizo ninguna gracia. Ilkay Gundoganse había mostrado escurridizo con una primera media volea y una parada de Blaswich antes de perforar la meta rival con un disparo raso desde el borde del área. La asistencia fue para Grealish, pero incluso entonces, Haaland había jugado su papel, encontrando al hombre de 100 millones de libras, jugando un papel en la acumulación. Puede que Guardiola disfrutara más con eso que con cualquiera de sus cinco goles. Es menos probable que lo haga el depredador profesional que es Haaland. Y, con 39 a su nombre, puede empezar a pensar en una temporada de 50 goles.
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