El Nápoles se ha quitado de encima el peso de la historia. Ahora debe enfrentarse a la expectación

Después de 33 años, el Nápoles tiene el momento que el club, los aficionados, la ciudad loca por el fútbol anhelaba más que cualquier otra cosa: un regreso a la cima del fútbol italiano, la corona de la Serie A asegurada, las celebraciones aseguradas a falta de cinco partidos.

Al final fue más un tartamudeo que un paseo por la línea de meta, pero eso es sólo una nota a pie de página de una campaña que pasará a la historia, una temporada en la que emocionaron y cautivaron, arrasando a los equipos, marcando más que nadie y encajando menos también.

A veces al menos se discute si un equipo que ha ganado el título ha sido considerado en general como el “mejor”, muy subjetivo, de la liga; en la Serie A esta campaña no existen tales dudas. El Nápoles ha sido mejor que todos los demás, con mucha diferencia, ya se utilice la forma, el estilo o la calidad colectiva como vara de medir.

Las preguntas sobre la consistencia, la construcción del equipo, la conveniencia de permitir que tantas grandes estrellas se marcharan en el mismo verano… todas ellas han sido respondidas por completo y con rotundidad.

Las celebraciones no han hecho más que empezar, pero para Luciano Spalletti y su equipo también hay un nuevo reto: repetir la hazaña y convertir la temporada en la que se ganó el título en el comienzo de la mejor era del Nápoles.

Ha habido, después de todo, toda una generación de seguidores y familias entre la última celebración del título y ésta. Incluso en todos esos años intermedios, tres victorias en la Coppa Italia fueron un rendimiento bastante escaso para un club con tanta historia, sobre todo cuando tuvieron que compensar inicialmente la vergüenza del descenso en 1998 y la quiebra en 2004.

La larga escalada desde la tercera división tuvo sus propios fracasos y éxitos parciales, sobre todo con Rafa Benítez y Maurizio Sarri, pero el título de liga, el anhelado sucesor de la era de Diego Armando Maradona, les fue esquivo.

Ahora han recuperado esa corona, pero establecer una era de éxitos es harina de otro costal. Después de todo, éste parece ser el periodo más abierto del fútbol italiano desde hace mucho tiempo, ya que ningún equipo ha afirmado realmente su dominio desde que el Juventus ganó el más reciente de sus ocho títulos consecutivos, hace tres años.

Desde entonces, el Inter de Milán y el AC Milan han puesto fin a sus cortas sequías de títulos. Pero ninguno de los dos fue capaz de mantener sus éxitos, y ambos han dado un paso atrás.

No cabe duda de que el equipo perdió fuelle al final de la temporada; incluso antes del decisivo encuentro del jueves contra el Udinese, sólo había ganado dos de sus cinco partidos de liga anteriores. Además, el Milan le eliminó en Europa, cuando el Nápoles parecía el gran favorito para llegar a la final por ese lado del cuadro. Así que el camino para seguir progresando está ahí, las señales de lo que tiene que venir a continuación y dónde se pueden dar pasos históricos están resaltadas y son fáciles de ver.

Pero eso es para mañana, y para mañana y mañana. Esta noche y el resto de la temporada se trata de celebrar un trabajo fenomenalmente bien hecho y de rendir un último y merecido homenaje al difunto gran Maradona en torno al estadio que fue rebautizado en su honor.