Durante los primeros meses de la pandemia, John (nombre ficticio) necesitaba ver a un médico de cabecera. Se enteró por sus familiares de que era difícil llegar a las consultas del NHS porque el acceso era limitado y las líneas telefónicas de la mañana se atascaban con pacientes desesperados. “Me sentía muy incómodo y creía que era urgente obtener algún consejo médico, y no me convenía covidar e ir a un centro sin cita previa”, explica. En lugar de eso, John decidió probar la medicina privada por primera vez: reservó una cita para ver a un médico de cabecera virtual mediante una aplicación por un precio único de 50 libras. “Fue una experiencia brillante”, dice.
John trabaja en un puesto políticamente sensible, por lo que se siente incapaz de hablar de su experiencia abiertamente, pero ha cambiado su opinión sobre la medicina privada y el SNS. “Me siento cómodo pagando la sanidad privada”, dice. “Fue muy fácil. Me parece más práctico para la vida moderna. Prefiero utilizar estos servicios y seguiré con ellos. Sin embargo, reconozco que estoy en una posición afortunada en la que puedo permitírmelo.”
John dice ahora que, aunque confiaría en el NHS para una dolencia grave o prolongada, para dolencias menores o de fácil solución acudir a la medicina privada en lugar de intentar conseguir una cita con el médico de cabecera es una “obviedad”. “Tal vez sienta una desconexión con mi médico de cabecera porque hace mucho tiempo que no tengo uno en mi localidad”, reflexiona. “Creo firmemente en el SNS y me preocupa la creciente privatización. [so] Creo que los proveedores privados deben ser una alternativa, no un sustituto, del servicio sanitario.
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