Tl equilibrio entre el daño económico a sí mismo y la necesidad de aumentar el dolor a Rusia para socavar su esfuerzo bélico en Ucrania está resultando complicado para la Unión Europea.
La Unión Europea ha actuado de forma rápida y contundente para sancionar a cientos de personas vinculadas al régimen de Putin. También ha implementado, junto con Estados Unidos, Reino Unido y otros, grandes barreras financieras para ampliar el comercio con Rusia.
Sin embargo, varias de las mayores economías del bloque dependen especialmente de Rusia para sus necesidades energéticas.
Los planes para cortar estos vínculos de petróleo, carbón y gas para 2027 se presentarán en mayo, según una declaración de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tras una cumbre de líderes de la UE en Versalles el viernes.
En medio de la creciente alarma por el desastre humanitario orquestado por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, es poco probable que la presión para cerrar los grifos de la energía disminuya pronto. Se trata de cuándo, no de si.
En cuanto a las barreras económicas, hay un redoblamiento por ambas partes que es tan profundo que resulta difícil de asimilar para los economistas.
Sin embargo, dada la magnitud y el ritmo del desacoplamiento actual, el impacto durará al menos una década, probablemente más, advierten. En términos sencillos, Rusia se enfrentará ahora a una profunda recesión, y la UE, a un mayor coste de la vida.
“En términos prácticos, es poco probable que ofrezca alguna ayuda a la economía rusa. Podría permitir cierto control sobre la cantidad de divisas que las empresas pueden sacar [of Russia],” dice.
“Para mí, es una señal muy importante de que no tienen previsto volver a la economía global en breve. El régimen actual, las autoridades actuales, no tienen planes de reinserción. Hacen medidas, medidas costosas como ésta, porque saben que no van a volver”.
Mientras tanto, la UE se ha comprometido a eliminar progresivamente las importaciones de petróleo y gas natural ruso en un plazo de cinco años.
Es tiempo suficiente para evitar un golpe económico importante, pero quizás no lo suficiente para detener el flujo de cantidades significativas de dinero hacia Rusia procedente de las exportaciones de energía.
También hay cierto escepticismo sobre el impulso a corto plazo que la UE ha anunciado en los últimos días: reducir las importaciones de gas ruso en dos tercios en este año.
“Creemos que para lograr un recorte de dos tercios este año, habrá que hacer más hincapié en los combustibles más sucios y en la energía nuclear, que brillan por su ausencia en la propuesta de la Comisión”, explica Daniel Kral, economista senior de Oxford Economics, en un nuevo análisis.
Si las ambiciones de 2022 resultan difíciles de alcanzar, las de 2027 pueden resultar igualmente esquivas. Pero la idea de un plan quinquenal es, al menos, realista desde el punto de vista económico, afirma Holger Schmieding, economista jefe del Berenberg Bank.
“Se trata de una eliminación gradual, que creo que puede lograrse sin grandes sobresaltos. Es un lastre marginal a largo plazo. Significa que los gobiernos y el sector privado tendrán que invertir más en la producción de energías alternativas. Eso es factible”, dice Schmieding.
“Si fuera en 2024, entonces diría que esto es una lucha, que es algo que la gente de a pie notará. Si fuera un compromiso para hacerlo este año, entonces habría sido un riesgo de recesión”, añade.
Uno de los puntos más conflictivos para endurecer y acelerar las importaciones energéticas de Rusia es que no todos los Estados se ven afectados por igual, no sólo en términos generales de aportación económica total o dependencia, sino también en la sensibilidad política de las zonas afectadas.
Según Kral, de Oxford Economics, Rusia representa entre el 80% y el 100% del suministro de gas en algunos países de Europa central y oriental, pero sólo alrededor del 5% en España, Portugal y los Países Bajos. La población de estos países es también la más expuesta a la pobreza energética. Alemania, Italia y Austria se encuentran entre las principales economías más expuestas.
El lugar de uso también importa en las consideraciones políticas. En Finlandia, el gas natural se utiliza poco en la calefacción doméstica y más bien en el ámbito industrial, según Kral. Sin embargo, en los Países Bajos, el gas se utiliza para generar aproximadamente la mitad de la electricidad del país.
En definitiva, cree que es probable que la UE no alcance su objetivo de reducir en dos tercios sus importaciones de gas en 2022. Los objetivos ecológicos y los retos en materia de infraestructuras impiden que el bloque cambie simplemente al carbón o a otras fuentes de energía.
A falta de alternativas, es probable que el objetivo requiera un racionamiento energético entre los hogares y la industria, con las graves consecuencias que ello conlleva.
Romper con la economía rusa es difícil, y la UE lo es, por el momento,no están preparados para asumir el daño de un embargo energético.
Sin embargo, la señal es clara por ambas partes: los papeles del divorcio económico se han firmado.
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