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Han pasado nueve años viviendo “como una prisionera” con un dolor “insoportable” y Kate todavía tiene que esperar a que la operen para solucionar los horribles errores de su atención postnatal.
A pesar de un parto difícil en el Hospital General de Leeds, Kate describió el ambiente de la sala de partos del centro como “encantador”.
Sin embargo, su experiencia se convirtió rápidamente en un “infierno” después de que le dijeran que tenía desgarros de tercer grado y fuera ingresada en una sala de posparto, describiendo la atención que recibió como “horrible”.
Unos días después de su alta, que se produjo antes de que hubiera defecado, Kate dijo que se quedó “gritando de dolor” en casa, “sangrando mucho por el pasaje de la espalda” y con “incontinencia”.
A pesar de informar de estos síntomas al departamento de maternidad, a Kate le dijeron que era una experiencia “normal”.
“Sentí que nadie me escuchaba”, dijo Kate.
Finalmente, tras siete semanas y media de dolor, Kate fue enviada a un fisioterapeuta, donde describió que la obligaban a permanecer desnuda en medio de la habitación y le decían: “Tenemos que quitar esa barriga, tienes que hacer un programa de ejercicios”.
“Simplemente lloré. No podía sentarme con normalidad; ¿cómo iba a subirme a una bicicleta estática?”.
Aunque informó de que “sentía como si el mundo se me cayera por delante y por detrás”, en las notas médicas de Kate constaba que no tenía problemas.
Después de seis meses, viviendo con “intensos dolores”, con “diarrea encharcada” y sin poder salir de casa, el NHS le dijo que sus síntomas se debían a una depresión postnatal.
Cuando se acercaba el final de su permiso de maternidad, Kate se vio obligada a volver al trabajo, donde “sufría dolores constantes y tenía accidentes”. Cinco meses más tarde se vio obligada a dejar el trabajo, ya que era “demasiado”.
Durante todo este tiempo, los médicos mantuvieron que los síntomas de Kate se debían a una depresión postnatal, hasta que, más de un año después, las pruebas revelaron finalmente lo grave que era su estado físico.
La remitieron a un cirujano colorrectal, que descubrió que su esfínter anal estaba “completamente abierto, casi como si no se hubiera cosido nunca”.
Tras una operación en 2015 para solucionar el problema, Kate desarrolló una sepsis que casi le hace perder la vida y que hizo que la herida tardara 18 semanas en curarse.
Sin embargo, su calvario no terminó ahí. Había desarrollado daños en los nervios, dolor pélvico crónico, incontinencia, coxalgia y un prolapso como resultado de que sus problemas fueran descuidados durante tanto tiempo.
En 2022, nueve años después, está a la espera de una operación de bolsa de colostomía, la única opción para solucionar su dolor.
“Me emociona mucho pensar en todo lo que me han hecho pasar. No sólo ha afectado a mi vida, sino también a mi pareja y a mi familia. He perdido mucho tiempo que nunca recuperaré. No he podido disfrutar de la vida y hacer las cosas que todas las madres hacen con sus bebés.
“No hubo atención, ni simpatía, ni nada. Nadie se preocupó por mí, salvo mi cirujano de Sheffield. He olvidado lo que se siente al sentirse normal. No puedo recordar la vida sin dolor.
“Ninguna otra mujer debería pasar por algo así. Si mi historia ayuda a una sola mujer a hablar y pedir la ayuda que realmente merece, entonces me sentiré honestamente en paz.”
El Dr. Phil Wood, jefe médico del Leeds Teaching Hospital, dijo: “Me entristece saber de los continuos desafíos médicos experimentados por Kate y confirmo que se realizó una investigación sobre su complejo historial médico, que dio lugar a un acuerdo, aceptando que, aunque no se consideró negligente, hubo elementos de atención deficiente.”
Dijo que el fideicomiso revisa continuamente la calidad de la atención que da, y aunque esto no ayuda a Kate, ha hecho una serie de cambios en los últimos seis años.
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