Cuando Emma Raducanu se sentó en Madrid el mes pasado, la número 1 británica estaba decidida a regalar lo menos posible. A la ex campeona del US Open se le hicieron 16 preguntas, desde su estado físico antes del torneo de tierra batida hasta su amistad con la también británica Jodie Burrage, y Raducanu respondió con un total de 58 palabras. Tras una serie de respuestas cortas y tajantes, la rueda de prensa se interrumpió. Unas horas más tarde, Raducanu se retiró de Madrid debido a una lesión en la mano derecha.
El miércoles, Raducanu publicó una actualización desde una cama de hospital, con la mano derecha enyesada. La noticia de que la tenista de 20 años se perderá los próximos meses, incluido Wimbledon, mientras se somete a intervenciones quirúrgicas en ambas manos y en el tobillo proporcionó tardíamente algunas respuestas. Raducanu tenía una lesión recurrente en un hueso de la parte superior de ambas manos, y llevaba 10 meses jugando con dolor. En Madrid, ya no pudo disimular su frustración.
El hecho de que Raducanu haya optado ahora por tomar medidas decisivas es un paso positivo, aunque venga acompañado del golpe incuestionable de perderse el Abierto de Francia, Wimbledon y quizás también el Abierto de Estados Unidos, dependiendo de su recuperación. Tal decisión no se habrá tomado a la ligera, pero Raducanu estaba en un círculo que no podía continuar. Las molestias en la parte superior de las manos, así como un problema persistente en el tobillo, derivado del Abierto de Australia a principios de año, afectaron a su carga de entrenamientos, a su programa de entrenamiento y a su forma física de cara a los torneos. Raducanu ha jugado sólo 10 partidos esta temporada -con cinco victorias y cinco derrotas- y no ha podido alcanzar la regularidad que requería su temporada.
Raducanu esperaba hacer borrón y cuenta nueva tras su eliminación en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos, reflexionando sobre sus primeros 12 meses en el circuito con una perspectiva positiva, pero lo que se materializó fue una continuación de algunos de los problemas que siguieron a su sensacional victoria en Año Nuevo en septiembre. Una temporada de parón se encontró con algunas de las mismas preguntas y escepticismo en torno a su concentración y compromiso, áreas en las que Raducanu ha intentado contraatacar recientemente. No es de extrañar que se mostrara tan abatida y cautelosa en Madrid, dada la narrativa que inevitablemente seguiría a su retirada.
En medio de tal escrutinio, la decisión de Raducanu de perderse todo un verano, incluido su Grand Slam de casa, puede ser tranquilizadora a largo plazo. Con la atención y las exigencias que habría
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