Ta habitación se estremeció. Desde el terremoto de 1983, mi apartamento no se sacudía de lado a lado. Esa fue la fuerza de las explosiones israelíes en los suburbios del sur de Beirut, a tres millas de mi casa. La presión del aire cambió en la casa ayer por la mañana y fuera, en la calle, las palmeras se movieron.
¿Va a ser así todos los días? ¿A cuántos civiles se puede dejar sin hogar antes de iniciar una revolución? ¿Y qué es lo siguiente? ¿Los israelíes van a bombardear el centro de Beirut? ¿La Corniche? ¿Es por esto que todos los barcos de guerra extranjeros vinieron y se llevaron a sus ciudadanos, para hacer que Beirut sea seguro para destruirlo?
Ayer, no hace falta decirlo, fue otro día de masacres, grandes y pequeñas. La mayor pareció ser la de 40 trabajadores agrícolas en el norte del Líbano, algunos de ellos kurdos, un pueblo que ni siquiera tiene país. Se informó de que un misil israelí explotó entre ellos mientras cargaban verduras en un camión frigorífico cerca de Al-Qaa, un pequeño pueblo al este de Hermel, en el extremo norte. Los heridos fueron trasladados a un hospital en Siria, ya que las carreteras del Líbano han quedado destrozadas por los bombardeos israelíes. Más tarde nos enteramos de que un ataque aéreo contra una casa en la aldea de Taibeh, en el sur, había matado a siete civiles y herido a diez que buscaban refugio de un ataque.
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