An el campo de fútbol del Chelsea van a cerrar el gimnasio de lujo. Forma parte del complejo del estadio de Stamford Bridge y lo utilizaban los jugadores, los directivos y, por una cuota de socio, algunos forasteros.
Hasta que vendió el club, se dice que a Roman Abramovich le gustaba hacer ejercicio allí. Su cierre no es nada del otro mundo, pero dice algo sobre la diferencia de enfoque entre el oligarca ruso y los nuevos propietarios del Chelsea. Abramovich trataba al Chelsea como un capricho, no como una empresa para ganar dinero.
No es así como la nueva guardia, liderada por el magnate estadounidense Todd Boehly, considera al Chelsea. Ahora que comienza la nueva temporada de la Premier League, es instructivo explorar la mentalidad de Boehly y los suyos. Una vez más, a medida que transcurran los partidos y los meses, asistiremos a la angustia y los lamentos habituales de los aficionados de todo el país, que afirman que su propietario no tiene remedio, que no se gasta suficiente dinero en el equipo y que la pasión que se muestra en las gradas no se extiende a la sala de juntas.
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