A Luis Suárez se le dijo que en Ghana se le considera “el mismísimo diablo”, y que su papel en la infame victoria de Uruguay en cuartos de final hace 12 años sigue siendo tan polémico ahora como entonces. En su país, le dijeron, estaban desesperados por retirarlo aquí, en Qatar, para conseguir, por fin, una medida de castigo y venganza contra él por su crimen contra ellos.
24 horas después, Suárez se marcha a casa, como ellos querían, y su carrera al más alto nivel ha terminado para siempre. Corea del Sur se ha impuesto a Portugal en el último suspiro, lo que ha provocado la eliminación de ambas selecciones en el estadio Al Janoub.
Dos goles de Giorgian de Arrascaeta aseguraron la victoria que Uruguay necesitaba para tener alguna opción de clasificarse. El gol de Hwang Hee-chan en el tiempo añadido, a menos de 30 kilómetros de distancia, resultó más decisivo que cualquiera de los que se marcaron aquí.
Este viaje a la Copa Mundial ha llegado a su fin para estos dos equipos, ya que la victoria por 2-0 de la Celeste no ha sido suficiente para que Corea avanzase por la mínima, por detrás de Portugal.
Para un lloroso Suárez, desconsolado e impotente en el banquillo, no fue ni mucho menos el último acto que había esperado, ni el que durante tanto tiempo había prometido ofrecer.
Es la imagen del entonces delantero del Ajax, mirando desde el túnel de vestuarios tras su flagrante y descarado gol con la mano, dando vueltas en señal de celebración cuando el penalti lanzado por Asamoah Gyan se estrelló en el larguero, la que ha quedado grabada en los corazones y las mentes de los ghaneses desde entonces.
Ahora, para otra generación, ése será André Ayew, cuyo débil y lamentable penal es el más elocuente de todos los lanzamientos de un torneo que ya ha terminado para las Estrellas Negras. Formó parte de la selección en 2010, y pudo ver de cerca cómo Gyan estrellaba contra la madera las esperanzas de un país y un continente. Ahora era él, con todo el peso de la historia y de las expectativas sobre sus hombros, quien erraría una vez más, rodando mansamente hacia Sergio Rochet para que salvase la portería, con una nación en su país que seguramente deseaba que hiciese cualquier cosa menos eso.
Tal era la emoción, tanto sentimiento detrás de otro penal fallado, los dos goles de De Arrascaeta en respuesta, ambos asistidos en parte por un Suárez que regresó para atormentar a Ghana una vez más, que selló una victoria que durante tanto tiempo se sintió casi inevitable.
Llegaron casi de inmediato y en sólo seis minutos de la primera parte, una lección despiadada y casi cruel de lo que hay que hacer cuando se presentan ocasiones a este nivel. La primera, tras un fuerte disparo de Suárez que fue detenido pero no salvado, fue aprovechada rápidamente por De Arrascaeta para rematar de cabeza. En la segunda, esta vez a pase de Suárez, De Arrascaeta batió a Lawrence Ati-Zigi con una volea dulce y potente.
Todas las miradas estaban puestas en Suárez incluso antes de que el balón echase a rodar, y lo mismo ocurrió en la rueda de prensa previa al partido. El antagonista protagonista de esta pieza fue repescado por Diego Alonso y nombrado capitán con la baja de Diego Godín, otro sutil acto de agresividad tras su paso por los medios para avivar aún más un partido que apenas lo necesitaba.
Ghana, sabedora de que una victoria le daría el pase independientemente del resultado del otro partido, empezó más fuerte. Y dispuso de la ocasión más clara, cuando Mohammed Kudus fue derribado por Rochet tras un disparo de Jordan Ayew. El árbitro Daniel Siebert se dirigió a la pantalla, consideró que André Ayew estaba en fuera de juego en el remate inicial y señaló el punto fatídico. El alboroto de la grada ghanesa sólo fue superado por el que recibió el rancio fallo de Ayew en la masa celeste. El capitán agachó la cabeza. Lo sabía. Todos lo sabíamos.
Uruguay también lo sabía y, sintiendo sangre en las filas del conmocionado y aturdido grupo que tenía enfrente, fue a por todas. Suárez, cuyas piernas no tienen el fuego para igualar el temperamento que aún arde como blancocaliente como siempre, fue fundamental para ello, primero disparando y luego asistiendo como De Arrascaeta enfáticamente disparó a su equipo en una ventaja que nunca abandonarían.
El tercero, que tanto necesitaban, nunca llegaría. Si a Darwin Núñez le hubieran pitado un penalti en la segunda parte tras una torpe entrada de Daniel Amartey, o si Facundo Pellistri hubiera disparado a puerta en lugar de desviarse, podría haber sido así. Fede Valverde, la nueva estrella en torno a la que se construirá esta nueva generación, también amenazó, con un disparo lejano que estuvo a punto de colarse.
El excelente Kudus, uno de los grandes talentos de esta fase final, intentó por todos los medios cambiar el rumbo del partido para los suyos, estirándose y esforzándose hasta el final. A sus 22 años volverá, habrá otros días, quizá incluso más brillantes, en los Mundiales venideros. Pero no en éste, él, como sus compañeros, condenados a otro momento oscuro en este escenario en el punto de mira.
Suárez fue abucheado cuando vio la tarjeta amarilla, y aún más cuando abandonó el terreno de juego para ser sustituido por Edinson Cavani, cuyo esfuerzo, que parecía haberlo hecho todo por su equipo, se quedó en nada al final.
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