Nicki Minaj llega tarde. Dos pantallas gigantes situadas a ambos lados del escenario principal transmiten este mensaje al numeroso y creciente público que espera a la última cabeza de cartel del Wireless. Algunos se lo toman como una señal para marcharse; estamos en el tercer día de un festival que ha rozado los 30 grados durante todo el fin de semana, y al fin y al cabo es domingo. Pero la mayoría no se mueve, ansiosa por ver a Minaj en el escenario, aunque sólo sea durante 45 minutos.
La elección de la música de espera es cuestionable, ya que el público confunde habitualmente las numerosas pausas de “Break Ya Neck” de Busta Rhymes con indicaciones de la inminente llegada de la rapera. No dos, sino tres veces, se produjo una oleada prematura de aplausos en Finsbury Park. Cuando Minaj llega, el tiempo corre en su contra, y no pierde tiempo en llegar a los éxitos.
Después de no haber lanzado un álbum desde el de 2018 Queen, Minard ofrece un set compuesto principalmente por éxitos que se remontan a una década atrás. Es un momento brillante de retroceso en el festival e incluye un popurrí de sus mejores colaboraciones. Su estatus como reina de los versos invitados sigue intacto, a pesar de la llamativa ausencia de su querido verso en el tema “Monster” de Kanye West en 2010. Aunque la omisión no se ha explicado esta noche, la semana pasada dijo a un público de Nueva Orleans que estaba “Monster’d out” y pareció despreciar a su colaborador, diciendo: “No jodemos con payasos”.
En cambio, revolotea sin problemas entre las rimas relámpago de “Dance (A$$)”, de 2011, y el descaro de sus colaboraciones con Beyoncé con “Flawless” y “Feeling Myself”, de 2014. “¿Dónde está mi gente caribeña?”, pregunta antes de lanzarse con el éxito de Sean Kingston de 2011 “Dutty Love”. Los lanzamientos más recientes van igual de bien. La gente se lanza a por “Rake It Up”, de 2017, que ha encontrado nueva vida gracias a una tendencia viral de TikTok. Para el deleite del público, saca al rapero estadounidense Bia para el remix de “Whole Lotta Money” de 2020. La pareja baila sobre un círculo giratorio de postes colocados como un carrusel sexy.
Es difícil saber si esta recopilación de fragmentos de sonido de 30 segundos fue siempre el plan, o si se trata de una versión abreviada del espectáculo acortado debido al retraso en el inicio. En cualquier caso, es una solución satisfactoria para un acto que tiene demasiados temas destacados como para presentarlos todos al completo. Además, es uno de los espectáculos más divertidos del festival, con casi todo el mundo gritando las letras de estas canciones de su juventud. La sustitución de Ariana Grande en “Side to Side” es un momento especialmente eufórico.
Minaj tarda un poco en calentar al público, y el baile se reduce al mínimo. Un golpe de cadera aquí. Un balanceo del cuerpo allí. “Anaconda”, por supuesto -el reinicio cultural de Minaj en 2014 y la oda a todos los culos grandes que hay- requiere algo más dramático. El músico se agacha y hace un twerking para la cámara, provocando el mayor aplauso de la noche. “Feeling Myself” va acompañada de un apropiado y excitante movimiento de un futón de cuero. En un momento dado, Minaj levanta una bota con diamantes por encima de su cabeza sin esfuerzo, como si dijera que todavía lo tiene. Pero es su gimnasia facial, una de las señas de identidad de Minaj, la que sigue cautivando. Mientras rapea la canción “Did It on ‘Em” de 2010, las pantallas detrás de ella muestran versiones de la estrella de antaño: flequillo completo, pelo rosa, gruñidos.
Para cuando Minaj empieza a terminar con su éxito estrella “Superbass”, está claro que el público ha conseguido lo que buscaba. Y cuando desaparece, a la altura emocional de “Moment 4 Life” de 2010, es en una nube de vítores. Su comienzo tardío está casi olvidado.
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