La pregunta más habitual en el AmericanaFest anual -un festival de música con múltiples sedes al estilo del SXSW que se celebra en Nashville desde el año 2000- es “¿qué es el Americana?”. “Diversa” parece ser la respuesta, tras décadas de favoritismo mostrado hacia los cantantes country blancos y masculinos.
En la ceremonia de apertura del evento, que tiene lugar en The Ryman, también conocida como la “iglesia madre” de la música country, la sensacional compositora canadiense Allison Russell recoge un merecido Álbum del Año por su luminoso debut en solitario Outside Child. Otros premios son para el dúo de esposos The War and Treaty, la flamante renegada del jazz gitano Sierra Ferrell y el icono LGBT+ Brandi Carlile, que ha conquistado los Grammys. También hay espacio para la vieja guardia. Robert Plant, Chris Isaak y Lyle Lovett hacen su aparición, al igual que la gran Lucinda Williams, mientras que se rinde homenaje al difunto cantautor de honky tonk Luke Bell, fallecido el mes pasado a los 32 años.
Además de los nombres consagrados, el AmericanaFest es también un semillero de jóvenes talentos. El cantante y animador folk de Arkansas, Willi Carlisle, es la presencia más atractiva de este año, experto en hacer llorar al público con la misma rapidez con la que lo hace reír. Su narrativa de raíz punk es cósmica, compleja y emotiva; en un momento está haciendo chistes, y al siguiente está denunciando al gobierno de Arkansas por negarse a aumentar el salario mínimo. Citando a la filósofa anarquista Emma Goldman, explica que la alegre y jovial “Van Life” -tomada de su excelente álbum reciente Peculiar, Missouri – se refiere a las pruebas del capitalismo tardío. Pero es su fenomenal versión acapelada de la canción de protesta sobre Vietnam de Steve Goodman de 1972, “The Ballad of Penny Evans”, la que más impacta, con medio siglo de antigüedad pero aún capaz de hacer revivir los horrores de una guerra ya pasada.
La artista de Oregón Margo Cilker es otra revelación. Hay toques de la alegre cadencia de Dolly Parton en su claro falsete montañés, y fuertes dosis de los versados homenajes tradicionales de Gillian Welch en la ondulante composición de “That River” y “Kevin Johnson”. La conmovedora “Chester’s” tiene una gran fuerza, mientras que el bruñido ritmo de “Tehachapi” provoca los gritos del público por su interpolación del clásico country de 1971 de Little Feat “Willin'”, que Lyle Lovett cubrió unas noches antes en el Ryman.
La californiana Jaime Wyatt aporta un poco de brillo de los años setenta. Su acento eléctrico, completado con llamativas florituras gospel, hace que varias parejas excitadas empiecen a dar dos pasos durante la pesada fanfarronería hillbilly de “Neon Cross”, del álbum de 2020 del mismo nombre en el que Wyatt salió del armario como gay. Más tarde, su guitarrista se ofrece como MVP de las bandas de acompañamiento de esta semana tocando casualmente la guitarra slide con el cuello de una botella de cerveza.
Otras apariciones destacadas son las del célebre bluesman psicodélico Taj Mahal. A sus 80 años, sigue teniendo ganas de fiesta, y en su larga actuación se le une un grupo de vocalistas de todas las generaciones, como Rissi Palmer y Jim Lauderdale. El músico se desenvuelve impecablemente entre su pila de instrumentos, desde el banjo y el resonador hasta la armónica y viceversa.
Angel Olsen, que actúa en solitario tras su reciente gira con banda completa junto a Sharon Van Etten, tiene una presencia más discreta. Actúa en una iglesia reconvertida, susurrando su mágica versión de “Tougher Than The Rest” de Bruce Springsteen e interpretando magulladas canciones de amor respaldadas únicamente por el desvanecido rasgueo de una Gibson Hummingbird.
Si alguien todavía tiene dudas sobre lo que es el Americana después de los últimos cinco días, obviamente no ha prestado suficiente atención.
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