Lomo una pantera o un boxeador de peso pesado, James Caan sabía cuándo seguir sus instintos. Hay un momento famoso al principio de la epopeya mafiosa de Francis Ford Coppola de 1972 El Padrino – la película que le valió a Caan una nominación al Oscar al Mejor Actor de Reparto y le aseguró la inmortalidad, en la que actúa por pura intuición. El guión pedía que Caan, en el papel de Sonny, el hijo mayor de Don Vito Corleone, se enfrentara a los agentes del FBI apostados frente a la boda de su hermana. Al volver a entrar, le arrebató una cámara a un agente y la estrelló violentamente contra el suelo. “No sabía que iba a hacerlo”, dijo Caan al AV Club a principios de este año. “Nadie sabía que lo iba a hacer, pero simplemente lo hice. Simplemente fui impulsivo”.
Parte de lo que hace que la escena sea tan memorable es lo que Caan, que murió el miércoles (6 de julio) a los 82 años, hizo a continuación. Sin mediar palabra, metió la mano en el bolsillo y arrojó un par de billetes encima de los restos, luego se dio la vuelta y se alejó. “De donde yo vengo… si pones el dinero en el suelo, no pasa nada”, explicó Caan más tarde. “Estás perdonado. ¿Sabes lo que quiero decir? Lo he pagado, y olvídalo”. Puede que el gesto no estuviera guionizado, pero introdujo a la perfección tanto el temperamento volátil de Sonny como la actitud de la mafia respecto al pago de las deudas. Una vez puesto en marcha, el personaje se encontró en un camino inexorable hacia su asesinato a tiros en un peaje, una de las muertes más famosas de la historia del cine. La escena fue una de las muchas contribuciones improvisadas de Caan a El Padrino. También dejó caer la frase musical “bada-bing” en su frenética descripción de un asesinato de cerca, algo que había oído decir al capo de la familia del crimen en la vida real, Carmine Persico, mientras investigaba su papel, así que es Caan quien Los Soprano tienen que agradecer el nombre de su club de striptease.
Para cuando apareció en El Padrino, con 32 años, Caan ya era un actor principal. Nació en el Bronx de Nueva York, hijo de inmigrantes judíos procedentes de Alemania, y creció en Sunnyside, Queens, junto a su amigo y futuro colaborador Coppola. Caan comenzó su carrera de actor en obras de teatro off-Broadway antes de entrar en el cine y la televisión. El drama de Howard Hawks sobre carreras de coches de serie de 1965 Red Line 7000 le dio a Caan el papel principal por primera vez, y volvió a trabajar con el director al año siguiente en el western El Doradojunto a otros tipos duros americanos como John Wayne y Robert Mitchum.
Quizás la mejor actuación de Caan fue en el thriller criminal de Michael Mann Thief, estrenada en 1981, el mismo año en que Barbara murió. En respuesta a la noticia de la muerte de Caan, Mann dijo que el actor “llegó a lo más profundo de su ser durante momentos personales difíciles para ser el rebelde, medio salvaje, el forastero institucionalizado Frank… El personaje y el hombre -como su Sonny en El Padrino – están hechos el uno para el otro”. Caan dota a su interpretación de maestro ladrón de cajas fuertes de una gran fanfarronería y de la suficiente audacia como para acelerar el pulso, pero más allá de la emocionante acción y de la tensión en la cuerda floja, se trata de una actuación llena de corazón. Al final del primer acto, el Frank de Caan lleva a la Jessie de Tuesday Weld a tomar un café por la noche para convencerla de que empiece una nueva vida con él. Durante los siguientes 10 minutos, a través de la mesa de formica de una cafetería, Frank desnuda su alma, abriéndose sobre su trabajo como ladrón y su tiempo en prisión. Frank es un desastre y Caan nos lo hace ver: está enfadado y triste, asustado y valiente a la vez. Como el propio Caan, es un machodejándose llevar por la vulnerabilidad y confiando en sus instintos.
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