Dir: Michael Showalter. Protagonistas: Jessica Chastain, Andrew Garfield, Cherry Jones, Vincent D’Onofrio. 12A, 126 minutos.
Los ojos de Tammy Faye nos anima a beber cada detalle de la transformación física de Jessica Chastain. Interpretando a la llamativa pero luminosa televangelista e icono queer Tammy Faye Messner -y la última “mujer incomprendida de la historia” a la que se le ha dado el tratamiento de biopic- Chastain luce pestañas de araña, rizos dorados, sombra de ojos blanca y dos mejillas de ardilla protésicas. Con un exceso de maquillaje, roza el ridículo.
Pero “ridículo” es un resumen bastante preciso de la percepción pública de Tammy Faye en la América de finales de los ochenta. Una personalidad de la televisión tratada tanto como una rareza evangélica como una figura de diversión de campamento, se había convertido en un chivo expiatorio para su entonces marido, el engañoso Jim Bakker. Él sería acusado de violación y posteriormente condenado por fraude postal y electrónico; no es de extrañar que sólo se le castigara por el mal uso del dinero de la gente, no por la supuesta agresión sexual. La extravagancia personal de Tammy Faye, tanto en su forma de vestir como de expresar sus emociones, fue tratada como un pecado igual.
Esta imagen de una mujer que sencillamente era “demasiado” para el gusto de Estados Unidos se ha ido desmenuzando y reconsiderando poco a poco en las décadas posteriores, primero por un documental del año 2000 también titulado Los ojos de Tammy Fayenarrado por RuPaul, y más tarde por el popular podcast Te equivocas. Han pasado diez años desde que Chastain adquirió por primera vez los derechos del documental de Fenton Bailey y Randy Barbato, y hay una clara sensación de que Chastain y su director, Wet Hot American SummerMichael Showalter, pueden hacer poco más para rehabilitar a Tammy Faye ante el público. Esta es la última capa de brillo, la pizca extra de legitimidad que viene de una estrella que asume un papel transformador, preparado para el Oscar.
Hay algo de psiquiatría pop en los tramos biográficos más convencionales de la película. La madre de Tammy Faye, Rachel (Cherry Jones), le prohíbe ir a la iglesia porque es hija de un matrimonio anterior, lo que supone un signo de vergüenza en su estricta comunidad pentecostal. Tammy Faye responde hablando en lenguas y mojándose en imitación del fervor religioso. La congregación la abraza de inmediato. La actuación se convierte en su forma de vida. Cuando conoce a Jim (Andrew Garfield), está tan ansiosa por complacerle, tanto sexual como emocionalmente, que la ciega en gran medida a su creciente corrupción e interés personal.
La sinceridad de la actuación de Chastain -que nunca exagera sus afectaciones- sugiere que posee mucha empatía por una mujer cuya gran capacidad de amar la abrió a la explotación. Y está bien emparejada con el hombre del momento, Garfield, cuya sonrisa infantil es tan genuina que la inevitable crueldad de Jim resulta aún más despiadada.
Pero hay inconvenientes en una película que se ciñe tanto a su tema, tanto en su perspectiva como en sus emociones. Nunca oímos directamente a Jessica Hahn, la acusadora de Bakker, lo que reduce la gravedad de sus acusaciones. Y aunque la película recrea la compasiva entrevista de Tammy Faye con el activista del sida Steve Pieters en 1985, no se perciben los efectos de su apoyo a la comunidad LGBTQ+. Especialmente cuando el pastor rival Jerry Falwell (Vincent D’Onofrio) estaba cimentando al mismo tiempo la alianza del partido republicano y la derecha cristiana que da forma a gran parte de la política actual. Los ojos de Tammy Faye ha hecho lo correcto con su tema, pero sólo a costa de reducir su mundo.
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