Vuelve a tus raíces, nos dicen siempre; siempre nos dicen, y encontrar’s el verdadero hogar de tu coraz’n. Pero en la audaz y fascinante Regreso a Seúl de Davy Chou, la búsqueda de sus padres biológicos por parte de una adoptada abre heridas y no encuentra ni sentido ni solución. Freddie (Park Ji-Min) es una francesa de veintitantos años adoptada en Corea del Sur al nacer. Se encuentra en Seúl después de que un tifón interrumpiera su viaje a Tokio. Al menos, ésa es la excusa que da a su madre adoptiva, que no le ha contado nada de esta odisea imprevista.
Freddie insiste a todos, de hecho, en que ni siquiera ha venido a buscar a sus padres biológicos. Está contenta de vagar, de atraer a extraños a su órbita con botellas de soju y una encantadora recalcitrancia cuando se trata de costumbres locales. Le dicen que es de mala educación llenar su propio vaso. Ella hace una pausa, medita la petición y luego la ignora alegremente. Sin embargo, muy pronto, Freddie cruza la puerta de la agencia de adopción que la tramitó hace más de dos décadas. Sus padres biológicos solicitan reunirse con ella. Su padre (Oh Kwang-rok) responde. Su madre no. Es un borracho borracho, demasiado desesperado por sus remordimientos como para tener en cuenta las molestias de Freddie. Quiere que se mude con su familia, se case con un coreano y aprenda el idioma.
Park, en una fenomenal interpretación de debut, presenta la indiferencia fabricada de Freddie como si fuera un yelmo de acero, una protección que lleva contra las fuerzas de la honestidad y la sinceridad. Cuando habla, sus ojos arden con las quejas de toda una vida: “Tiene que entender que ahora soy francesa”, dice refiriéndose a su padre. “Tengo mi familia y mis amigos allí. No voy a vivir en Corea”. Cuando se calla, casi se puede oír cómo se rompe el cristal de su alma. Seduce a hombres y mujeres jóvenes con desenfreno. Baila como si hubiera electricidad friendo sus músculos. Se mueve por la ciudad como si estuviera empeñada en causarle dolor.
Chou, inspirada por el reencuentro de una amiga con su padre biológico, resiste la tentación de calmar el mal de Freddie con medios sencillos. Nunca se define por lo que encuentra, sino por lo que le falta. A medida que la película vuelve a ella, en varios momentos a lo largo de ocho años, descubrimos que está atrapada en un ciclo de reinvención constante. Se convierte en una fem
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