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Crítica de Skint: Estos monólogos bienintencionados sobre la vida bajo los tories fallan ligeramente en el blanco

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Si necesitas un poco de respiro de la guerra, Covid y la hiperinflación, entonces te aconsejo que te alejes de la serie de la BBC Skint? El primer cuarteto (de seis) de monólogos de 15 minutos se siente como si un editor de comisiones hubiera dado a cuatro escritores bastante serios la tarea de dramatizar pasajes clave sobre la vida bajo este malvado gobierno tory de un discurso de Jeremy Corbyn – sin hogar, la crisis de salud mental, la crisis de atención social, los horrores de la gentrificación, los contratos de cero horas y más. El efecto general es confirmar lo que ya sabes o temes sobre la situación de los pobres; pero también que no hay absolutamente nada que tú, o incluso un guionista de televisión, pueda hacer al respecto.

De los cuatro, el de una camarera enloquecida por el odio de clase es, con mucho, el más convincente, precisamente porque nos aleja de la miseria de la vida real y nos sitúa hábilmente en algo parecido a una escena de una película de Saw. Acertadamente titulada “I’d Like to Speak to the Manager” y escrita por Lisa McGee, presenta a Saoirse-Monica Jackson en el papel de Tara, una camarera trabajadora y mal pagada que se encuentra insoportablemente condescendiente con una comensal borracha, con derechos y asquerosamente rica que ha heredado mucho más dinero del que Tara y toda su familia ganarían en toda su vida. La snob mujer humilla a Tara llamando a su gerente para quejarse de que se equivocó en el pedido de los entrantes (aunque Tara no hizo tal cosa). Así que Tara la sigue hasta su casa, la ata y le dice a ella, y a nosotros, lo que está mal en el orden social establecido.

Reconoces al instante a Jackson de Derry GirlsY es que no hay nadie en el sector que haga una locura intensa e indignada como ella. Lo único malo de su discurso sobre la injusticia de la vida es que no termina con la evisceración literal de un producto particularmente desagradable del sistema de clases, sino con la última evasión: cuando Tara se vuelve hacia la cámara y declara: “La próxima vez podría”. Así que todo era una fantasía. Es un poco anticlimático, como si Lenin, o Corbyn para el caso, hubiera decidido, tras pensarlo mejor, que no puede molestarse en derribar el sistema capitalista después de todo.

Los otros monologuistas también son atractivos, pero tienen que esforzarse cuando el guión no cuadra del todo, y a veces parece que se están esforzando por reclamar el crédito universal. En “Hannah”, de Kerry Hudson, Emma Fryer hace un buen trabajo interpretando a una madre sin hogar que deambula por Great Yarmouth intentando encontrar una cama para pasar la noche. Se nos invita a creer que la han echado de su albergue porque se ha llevado una rabieta después de que la avariciosa propietaria se comiera una tarta entera de terciopelo rojo que había hecho para el cumpleaños de su bebé. Además, la cámara acaba siendo bastante amable con la playa de Yarmouth, lo que quizá no sea el efecto deseado.

Michael Socha es tan convincente como puede serlo en “No Grasses, No Nonces”, escrita por Byron Vincent. Interpreta a Jambo, un hombre de mediana edad que recuerda la experiencia del abuso sexual en la adolescencia y el consumo de drogas mientras se emborracha a ciegas en el peor pub de Derby. Está bien, pero su intoxicación, su ira y su confusión mental hacen que no podamos entender del todo lo que le ocurrió y le ocurre.

El cuarto monólogo, que es el más desconcertante, se refiere a los hongos, los derechos de los arrendatarios y los promotores inmobiliarios, y en realidad utiliza imágenes de los hongos en un lapso de tiempo para hacer algún comentario sobre los planes de reurbanización. El relato bienintencionado de Gabriel Gbadamosi se ve socavado por el papel de Gary Beadle, que interpreta a un comerciante del mercado amenazado por el desahucio, que se comporta como si le fuera muy bien y fuera consciente del valor de su contrato de arrendamiento. Con sus cuencos de bonitas setas frescas y exóticas, no parece que esté en la ruina; más bien parece que podría aparecer como un pequeño empresario de éxito en el próximo manifiesto conservador, dando el visto bueno al lado de Boris Johnson sonriendo inanamente con una bata blanca de tendero. Confuso a todos los niveles.

Los monólogos, en su mayor parte, defienden que incluso si trabajas duro, te ciñes al guión, sigues las instrucciones y te aplicas a la tarea que tienes entre manos, el sistema sigue haciéndote la vida imposible. Lamentablemente, en Skintparece que eso se aplica a algunos de nuestros mejores actores de televisión tanto como al resto de nosotros.

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