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Elton John en el BST de Hyde Park: Casi exactamente lo que se espera – y todo lo mejor para ello

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A mitad de su último concierto en Hyde Park, Elton John canta el tema que le convirtió en un icono. Es un testimonio de su legado de décadas que cuando se adentra en el estribillo de “Your Song”, el público levanta encendedores de verdad; no, como se ha convertido en costumbre, antorchas de teléfono.

Este espectáculo -en la última etapa de su épica gira Yellow Brick Road- ha tardado mucho en llegar, con dos años de retraso y una pandemia. Tal vez por eso esta noche, sale al escenario justo a tiempo. Las inconfundibles primeras teclas de “Bennie and the Jets” suenan a las 19.50 horas, cogiendo a los asistentes desprevenidos, que abandonan toda esperanza de tomar una cerveza de última hora y acuden al escenario. Bailando, por supuesto, a su paso. La canción, sobre una estrella del pop tan famosa por su excéntrico aspecto – “botas eléctricas, un traje de mohair”- como por su música, es una introducción apropiada para John, que se sienta junto a su piano vestido con un esmoquin blanco y sus característicos marcos deslumbrantes. Es el atuendo más tierno que llevará esta noche.

A principios de este mes, el cantante de 75 años desmintió las “historias tontas” de la prensa sensacionalista que informaban de su supuesto deterioro de la salud. Afirmó que estaba en plena forma, y la prueba está en el pudín. A lo largo de las casi tres horas de duración del programa, nunca flaquea. El artista sigue dejándolo todo en el escenario mientras desgrana varios potentes solos de piano. Aunque los días de saltar por encima de las teclas han quedado atrás, el showman encuentra otras formas de deleitar a sus fans. Un descarado giro de cadera aquí. Una sonrisa maníaca por ahí. En las pocas ocasiones en las que se levanta para soplar un beso o apretar su corazón en señal de gratitud, es recibido con gritos y bramidos de admiración. La charla se reduce al mínimo. Hay un homenaje a la “mágica y eterna” Aretha Franklin y una larga lista de agradecimientos, pero la mayor parte de su energía se destina a derrochar esos acordes de poder.

La voz de John se ha hecho más robusta con la edad, y se aleja hábilmente de cualquier falsete. En las inflexiones de la canción “I Guess That’s Why They Call It the Blues”, su voz es tan melosa como siempre. En el escenario, se le unen viejos amigos a los que se encarga de presentar y animar a mitad del espectáculo: Ray Cooper en la percusión, Nigel Olsson en la batería y Davey Johnstone en la guitarra. Tocando juntos desde los años setenta, no pierden el ritmo, y todos ellos están a la altura del vigor de su líder.

Un trío épico formado por “I’m Still Standing”, “Crocodile Rock” y “Saturday Night’s Alright” hace desaparecer cualquier indicio de fatiga. No es de extrañar que “Rocketman” y “I’m Still Standing” sean los grandes éxitos de la noche: alborotadas canciones dirigidas por el mejor maestro del mundo. Detrás de John, que aporrea las teclas con gusto, suena una bobina de su carrera de varias décadas, un acompañamiento adecuado -y emotivo- para una canción sobre la perseverancia.

Sólo la interpretación de su último éxito, el dúo con Dua Lipa “Cold Heart”, se queda corta. La única cualidad redentora de la canción es que le da a John la transición perfectamente emocional de su último número 1 al primero de su historia, ya que a continuación se lanza a “Your Song” de 1970. La pantalla gigante muestra muchas mejillas mojadas en el público.

Y con eso, la leyenda musical hace su cuarta y última reverencia en Hyde Park. Ahora lleva una bata de seda con la cara de un gato deslumbrante en la espalda, porque bueno… es Elton John.

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