Furante décadas, el Troubadour de West Hollywood ha sido el lugar donde los cantautores se han curtido. El legendario local desempeñó un papel crucial en el ascenso de artistas como Carole King, Jackson Browne y Elton John, y esta noche le toca a Joy Oladokun ocupar el centro del escenario. No es una oportunidad que la artista de 30 años se tome a la ligera. Bañada por los focos, empieza a hablar de una canción que escribió inmediatamente después del asesinato de George Floyd.
“No hay ningún país en el mundo que mate a tantos de sus ciudadanos como nosotros”, dice, antes de señalar que ella nació en 1992, el año en que Los Ángeles se vio sacudida por los disturbios provocados por la brutalidad policial. Tres décadas después, persisten los mismos fanatismos de siempre. No es de extrañar que Oladokun se sintiera movida a plasmar el momento en la música. “Esta es la mejor manera que conozco de curar el mundo, y por eso hago este trabajo”, dice al público. “Para hacer que este mundo sea mejor para la gente como nosotros, y para la gente que no es como nosotros”. Con esto, se lanza a una versión incendiaria de su perspicaz single “I See America”, interpolando los crujientes riffs y las letras ululadas de “Smells Like Teen Spirit” de Nirvana para crear un monstruoso mash-up que reverbera como un grito de frustración que resuena a través de las generaciones.
Es un momento de infarto en un espectáculo repleto de ellos, y uno que Oladokun se ha dado cuenta de que puede recibir una acogida muy diferente según el lugar de Estados Unidos en el que actúe. “Hubo un concierto en el Ryman de Nashville en el que un tipo me abucheó y se marchó cuando acababa de presentar la canción”, recuerda, hablándome por teléfono desde su autobús de gira en algún lugar de “Pensilvania”. Ni que decir tiene que esa experiencia no ha disuadido a Oladokun de decir su verdad. “Puede que sólo quieras que cante bonitas canciones de amor”, dice, “pero como artista hay cosas de las que tengo que hablar”.
Oladokun nació en Delaware, hija de inmigrantes nigerianos y el primer miembro de su familia en nacer en Estados Unidos. De pequeña se trasladaron a Casa Grande, en Arizona, una comunidad rural que recuerda como “vacas y algodón en medio de la nada”. Siendo una niña callada y tímida, se perdió y encontró en la extensa colección de discos de su padre, que abarcaba desde el gran guitarrista nigeriano King Sunny Adé hasta estrellas del country como Johnny Cash y Conway Twitty, pasando por el pop ochentero de influencia africana de artistas como Phil Collins y Peter Gabriel. En el escenario del Troubadour, bromeó diciendo que durante un momento de incertidumbre en su carrera se sentó para intentar averiguar: “¿Cómo puedo convertirme en el Bruce Springsteen negro?”. El Boss es otra inspiración de larga data, admirada por Oladokun tanto por su versatilidad como por su longevidad. “Es alguien que puede sacar todo tipo de música”, dice con aprecio. “Colaborará con Bon Iver en una canción y luego sacará un disco completo de la E Street Band”.
Del mismo modo, Oladokun es un experto en aprovechar influencias musicales que van desde el country hasta el grunge y combinarlas con letras que indagan en el funcionamiento interno del corazón humano. En “Jordan”, una de las canciones más destacadas de su debut en 2021 con una gran discográfica En defensa de mi propia felicidad, canta sobre su educación cristiana y la búsqueda de su propio camino hacia la fe como mujer homosexual. Cuenta al Troubadour que la canción se inspiró en la pregunta: “¿Cómo puede importarle a Dios que me guste besar a las chicas?”
Gracias a su inquebrantable honestidad, Oladokun se ha ganado un amplio e inclusivo grupo de seguidores que reúne a fans de todo tipo de orígenes. “Cuando miro al público, veo a mucha gente que se parece a mí y que ama como yo, y a mucha otra gente que no”, dice. “Intento ser yo misma sin complejos con la esperanza de que la gente que no querría necesariamente relacionarse conmigo por quién soy o cómo vivo pueda ver lo mucho que tenemos en común. Si escribo algo sobre la sensación de soledad de un niño, eso es algo que se puede relacionar, no importa de dónde seas o qué aspecto tengas. Creo que si aprendemos a ser más conscientes de los sentimientos de los demás, podría ser un mundo más amable y más fresco”.
Ahora radicada en Nashville, entre una comunidad de colegas compositores, Oladokun está trabajando duro en un nuevo álbum que, según insinúa, contará con la participación de algunos colaboradores “de ensueño”. Su último single, “Purple Haze”, lo estrenó recientemente en The Late Show with Stephen Colbert, fue escrito en Los Ángeles, mientras los incendios forestales hacían estragos en las cercanías, llenando el cielo de humo y tiñendo de violeta las puestas de sol. “Soy una fan de Jimi Hendrix y una drogadicta”.dice riendo, y explica que el título hace un guiño tanto a la icónica canción de Hendrix como a una potente variedad de cannabis del mismo nombre.
Es una canción preciosa y cadenciosa que contrasta el ciclo de noticias interminablemente deprimente – “He visto subir las aguas y caer a los hombres fuertes”- con la posibilidad de encontrar consuelo en el romance y la comunión. “Es bastante interesante ser alguien que trata de lidiar con emociones profundas en este momento”, dice Oladokun. “Hay mucho miedo, frustración y confusión sobre cómo es el futuro del mundo tal y como lo conocemos. Creo que el día que escribí “Purple Haze” estaba en ese espacio, pero quería hacer algo que fuera realmente bello y sencillo y sobre lo bueno de la vida, que es el amor, creo”. Al capturar ese complicado sentimiento, ha creado una canción de la que cualquiera de los grandes cantautores se sentiría orgulloso; la banda sonora de un mundo más amable y fresco.
Purple Haze’ ya está a la venta
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