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La Gaviota, Teatro Harold Pinter: El debut de la estrella de Juego de Tronos en el West End no se hace esperar

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“¿No quieres ser una actriz de verdad, correr riesgos?”, le pregunta alguien a Nina en la genial reescritura de Anya Reiss de La gaviota. El hecho de que Nina esté interpretada por Juego de Tronos estrella Emilia Clarke, en su debut en el West End, añade un toque extra. Clarke ya había empezado a interpretar el papel en los preestrenos cuando los teatros cerraron en marzo de 2020; recientemente dijo que siente que estaba “destinada” a estar en la producción de Jamie Lloyd. Desde luego, ha tardado mucho en llegar.

Entonces, ¿merece la pena cambiar los dragones ardientes por la metafórica gaviota muerta de Chéjov? Sin duda puedo ver por qué Clarke se siente atraído por la versión irónica y reflexiva de Reiss. Plantea grandes preguntas sobre cómo podemos ser artistas. Está escenificada de forma audaz y minimalista. Parece buscar algo radical. Pero esta producción autoconscientemente lánguida va a ser divisiva. Algunos pueden encontrarle un sentido, como el personaje que dice que la obra de Konstantin le ha impresionado, pero “todavía no sé de qué tipo”. A mí me pareció poco gratificante: se consume lentamente, siempre se subestima a sí misma, con poco fin.

La obra de Chéjov de 1895 trata de dos cosas que nunca van bien juntas: los triángulos amorosos y los artistas torturados. Konstantin, que quiere ser una fuerza creativa disruptiva, ama a Nina, que quiere ser mejor actriz. Ella ama a Trigorin, un escritor famoso que se siente insatisfecho por su éxito. Trigorin es el amante de Arkadina. Es la madre de Konstantin. Vaya. Es mucho. La acción se desarrolla sobre todo como un conjunto de idas y venidas entre los personajes, que están inmersos en sus propias decepciones. Trigorin describe a Nina la carga que supone ser escritor, incapaz de vivir normalmente sin escudriñar todo en busca de material potencial. Es “como si me estuviera comiendo mi propia vida”, dice. “¿Para qué estoy canibalizando incluso las cosas mundanas?”.

Indira Varma, una de las coprotagonistas de Clarke en Juego de TronosLa actriz Arkadina es la más destacada, aportando un sentido de la diversión y la elegancia que a veces falta en otras partes. “¿Me has visto alguna vez sin arreglar? No. Porque nadie lo ha hecho”, dice, con desgana, en un momento dado. Daniel Monks también ofrece una interpretación muy convincente como Konstantin, decepcionado por la indiferencia del mundo ante sus agobiantes ambiciones. El papel de Clarke no es tan taquillero como te han hecho creer: es una actuación en clave menor y sin pretensiones. A menudo se le pide que sonría, que mire con adoración o que se quede sentada en silencio, pero transmite la seria negativa de Nina a perder la esperanza.

La puesta en escena es decididamente escasa: sólo sillas de plástico y paredes de cartón. Los actores llevan micrófonos y están descalzos, con ropa cómoda y flotante. Es difícil no compararlo con la producción de Lloyd, mucho más emocionante, de Cyrano de Bergeracdado el lenguaje visual compartido. Pero mientras aquel espectáculo se pavoneaba, utilizando la palabra hablada para aportar electricidad al material original, éste se siente demasiado estático, casi como una obra de radio.

Es el guión autorreferencial lo que hace que La gaviota al final, sin embargo. Su conocimiento de la burla al teatro y a los escritores acaba por parecer petulante y autocomplaciente. Nina dice al principio de la obra de Konstantin: “Todo son discursos, nada de acción”. Parece querer tener su pastel y comérselo, pero como sugiere Trigorin, acaba comiéndose a sí mismo.

La Gaviota está en el Teatro Harold Pinter hasta el 10 de septiembre

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