Las opiniones contrarias a la vacunación entre las personas tienen su origen en experiencias infantiles adversas, como los abusos, los malos tratos o el hecho de tener un padre alcohólico, según sugiere una nueva e importante investigación.
Los investigadores, entre ellos los de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda, afirman que muchas actitudes, comportamientos y rasgos de los adultos tienen sus raíces en la infancia.
En el estudio principal, publicado en la revista PNAS Nexus el mes pasado, los científicos evaluaron cómo las personas desarrollan fuertes sentimientos antivacunas.
Evaluaron las creencias de resistencia a las vacunas entre los miembros del prolongado Estudio Dunedin, con sede en la Universidad de Otago, que este mes cumple 50 años.
El estudio en curso de Dunedin sigue la vida de más de 1.000 bebés nacidos entre el 1 de abril de 1972 y el 31 de marzo de 1973 en la Maternidad Queen Mary de Dunedin, en Nueva Zelanda, desde su nacimiento.
El estudio evalúa varios factores que influyen en la vida de estos individuos, como su salud física, sus experiencias personales, sus valores de larga duración, sus motivos, sus estilos de vida, su capacidad de procesamiento de la información, así como sus tendencias emocionales, haciendo un seguimiento a medida que crecen.
Cuando los investigadores encuestaron a los miembros que formaban parte del estudio sobre sus intenciones de vacunación entre abril y julio de 2021 -justo antes de que comenzara el despliegue nacional de vacunas en Nueva Zelanda en agosto de 2021- encontraron pruebas de que las opiniones contrarias a la vacunación surgían de las experiencias de la infancia.
En una encuesta reciente entre los miembros del estudio de décadas, dicen que el 90% respondió sobre la intención de vacunación, de los cuales el 13% no planeaba vacunarse.
Comparando las historias de vida tempranas de aquellos que eran resistentes a las vacunas con los que no lo eran, los científicos encontraron que muchos miembros del estudio con actitudes resistentes a las vacunas tenían historias de “experiencias adversas durante la infancia.”
Estas experiencias incluyen el abuso, el maltrato, la privación o el abandono, o tener un padre alcohólico, señalaron los científicos en The Conversation.
“Estas experiencias habrían hecho que su infancia fuera imprevisible y contribuido a un legado de desconfianza en las autoridades para toda la vida, así como a sembrar la creencia de que “cuando el proverbio golpea el ventilador estás por tu cuenta”, según los investigadores, entre ellos Richie Poulton, Director Dunedin Multidisciplinary Health & Development Research Unit, señalaron.
Entre el grupo resistente a la vacuna, las pruebas de personalidad de los miembros a la edad de 18 años sugerían que eran vulnerables a frecuentes emociones extremas de miedo e ira, y que tendían a cerrarse mentalmente cuando estaban bajo estrés.
Las personas de este grupo, según los científicos, también se sentían fatalistas con respecto a la salud, e informaban a los 15 años de que no hay “nada que la gente pueda hacer para mejorar su salud.”
Este grupo de personas, según los investigadores, también se describía a sí mismo como inconformista, valorando la libertad personal y la autosuficiencia por encima de seguir las normas sociales.
“Remontándose a la adolescencia, muchos habían experimentado condiciones crónicas de salud mental que pueden fomentar la apatía y la evasión, descarrilar la toma de decisiones saludables, e incluso promover la susceptibilidad a las teorías de la conspiración”, escribieron los científicos en el estudio.
Los miembros de este grupo en el estudio también eran malos lectores en la escuela secundaria, puntuando bajo en las pruebas de comprensión verbal y velocidad de procesamiento, señaló el estudio.
Aunque el 13% de la cohorte del estudio de Dunedin era resistente a las vacunas, los científicos afirman que hay una serie de factores que pueden ayudar a aumentar la tasa de cobertura de las vacunas, ya que, durante la pandemia de Covid-19, Nueva Zelanda pudo alcanzar una tasa de vacunación nacional cercana al 95%.
“Para desarrollar mensajes persuasivos a favor de la vacunación, es importante saber de dónde viene la gente, especialmente las personas que acaban resistiendo o dudando respecto a la vacunación”, escribieron los investigadores en el estudio.
Basándose en los resultados, los investigadores dicen que hay formas de adaptar los mensajes sobre la vacuna a los grupos indecisos y resistentes.
Dicen que la educación sobre los virus y las vacunas antes o durante la educación secundaria puede reducir el nivel de incertidumbre de los ciudadanos y ayudar a prepararse para futuras pandemias.
Los investigadores afirman que esta medida podría proporcionar a las personas un marco de conocimientos que puede evitar que desarrollen reacciones de angustia emocional extremas, y también mejorar su receptividad a los mensajes sanitarios.
Debido a la menor capacidad de comprensión verbal observada entre los miembros del grupo de personas reticentes y resistentes a las vacunas, los científicos reclaman mensajes claros y sencillos sobre las vacunas adaptados a un nivel modesto de complejidad verbal para llegar a estas personas en la comunidad en general.
Los científicos también piden que se realicen más estudioscomprender mejor los “prejuicios” y el estilo de procesamiento de la información de los que se resisten a las vacunas para orientar nuevas formas de relacionarse con el grupo.
Según los investigadores, los mensajes antivacunas suelen reforzar los temas de sospecha, desconfianza, miedo, ira, alienación y conspiración.
Dicen que también se hace sensacionalista el miedo a los raros efectos secundarios, se “lioniza” el inconformismo antisistema y se “alaba el ir contra el rebaño vacunado”.
Acaba presentando la vacunación como una opción personal “que debe ejercerse para evitar la explotación”.
Los científicos concluyen que cualquier mensaje sanitario a favor de la vacunación no funciona sólo en el vacío, sino que debe competir con un mensaje antivacunas tan poderoso.
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