Imagínate esto: estás mirando a través del parabrisas a un voraz león de Berbería que tiene muchas ganas de meter tu cabeza entre sus fauces. Las cosas se ponen peor. Has dejado tontamente la ventanilla del acompañante abierta. El animal intenta colarse en tu vehículo. Le das patadas en la melena y en la boca mientras te da manotazos y manotazos en los tobillos y las piernas, rasgando la tela de tus pantalones y convirtiendo tu piel en un mosaico de color rojo.
Esta es la situación en la que se encuentra Idris Elba al principio de su nueva película Bestiaque se estrena esta semana. El león en cuestión se ha vuelto “rebelde” porque los cazadores furtivos han matado a su manada. Devorará a cualquier humano que encuentre. Si el personaje de Elba, el Dr. Nate Samuels, no muestra ningún signo particular de terror, es porque el león es quizás una distracción bienvenida de la ira de sus hijas adolescentes. Él se separó de su madre poco antes de que ésta contrajera un cáncer terminal, y las chicas le reprochan no haber estado ahí cuando más lo necesitaban. “Mi padre no es muy dado a los abrazos”, observa una de las hijas con desprecio. Puede que Nate no sea del tipo sensiblero, pero ahora puede redimirse manteniendo a sus hijos alejados del camino del león.
Bestiadirigida por el cineasta islandés Baltasar Kormákur, es la última de una larga serie de thrillers de supervivencia en los que el peligro extremo tiene un efecto catártico y destructivo. Como explicó recientemente Elba en una tertulia estadounidense, la película trata realmente de “la bestia del duelo, la bestia de los lazos familiares y cómo todo eso se une”. Cuando Nate venda a su hijo, sus acciones tienen un peso simbólico. El dolor aquí es tanto psicológico como físico.
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