Furante muchos años, Japón ha liderado los intentos de construir un robot que parezca y actúe como un ser humano. Algo con brazos y piernas y una cara y una boca razonablemente convincentes. Ya en la década de 1970, empezaron a mostrar sus diseños en una reunión tecnológica mundial y consiguieron sembrar la confusión entre los delegados europeos y norteamericanos por igual. Aunque el concepto de un androide sirviente era reconocible y atractivo, seguía siendo material de ciencia ficción. Básicamente, estábamos a kilómetros de distancia de poder construir uno.
En la década de 1980, se rumoreaba que Japón pronto reemplazaría a Estados Unidos como la mayor economía del mundo. Los ingenieros japoneses lo estaban haciendo tan bien que era difícil ver el futuro en otros términos. Se trata de un acontecimiento que nunca llegó a producirse. Los informes sobre un futuro en el que Japón se convertiría en la primera economía del mundo fueron muy exagerados. Ahora no sólo sufren un rápido envejecimiento de la población, sino que se han quedado atrás en la carrera por aumentar la eficiencia del trabajo.
Una cuarta parte de la población japonesa tiene más de 65 años y ahora se está invirtiendo masivamente en dispositivos que ayuden al personal de un hospital o de residencias de ancianos a realizar tareas tan básicas como trasladar a un paciente a la ducha y viceversa. Para un humano, este tipo de trabajo es bastante fácil, pero para una máquina, la destreza manual necesaria para mover a un inválido sin causarle daño sigue siendo imposible. En 2020, el 47% de los robots se fabricaron en Japón, por lo que para este país, más que para ningún otro, la automatización de los cuidados es seguramente una tarea sencilla.
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