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Ll verano pasado, Gary Oldman y el productor Douglas Urbanski fueron al British Film Institute para ver una versión restaurada de Nada por boca, la película que hicieron hace 25 años. “Ninguno de nosotros había visto la película en años y años”, recuerda Urbanski. “Tengo que decirles que nos sorprendió lo maravilloso que es; realmente es una obra maestra. Ambos nos sorprendimos gratamente al ver cómo se mantuvo poderoso y potente, y, de una manera extraña, muy profético sobre las mujeres, Time’s Up y #MeToo”.
Ubicado alrededor de los pubs del sur de Londres, las calles y las urbanizaciones municipales, Nada por boca es un drama hiperrealista sobre la vida de la clase trabajadora, el alcoholismo, la masculinidad y los conflictos familiares. En 1997, cuando se estrenó en el Festival de Cine de Cannes, la mayoría de los críticos estuvieron de acuerdo en que el debut como director “sombríamente brillante” y “brutalmente veraz” de Oldman fue de hecho una de las mejores películas británicas de su época. Los dos actores principales de la película, Ray Winstone y Kathy Burke, ganaron muchos premios. La hermana de Oldman, Maureen, bajo su nombre de pantalla Laila Morse, recogió el primer premio BIFA a Mejor Actuación por su papel como la matriarca de la familia, Janet, y tenía 51 años en ese momento.
Detrás de la cámara, Oldman mostró la misma energía implacable e inventiva que siempre lo han hecho tan cautivador en la pantalla. En su guión, se basó de manera ingeniosa y brillante en su propia historia familiar difícil de crecer en New Cross. La película siguió la larga tradición del realismo social británico pero, reflejando la personalidad voluble de su director, tenía una intensidad agresiva que no siempre se obtiene con Mike Leigh o Ken Loach. Mientras que daban la impresión de ser extraños mirando los mundos que representaban en la pantalla, esta era una historia contada desde adentro, desde las entrañas.
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