“¡Chavales y abofeteadores!” Así calificaba Sheridan Smith, hace unos años, el tipo de personajes que suele interpretar. “Tartas con corazón” es lo que le dijo un entrevistador en 2012. Hoy en día sería más preciso decir que interpreta a mujeres al límite. Y que se ha convertido silenciosamente en una de las actrices más brillantes de la televisión británica.
Apenas llevamos un mes en el nuevo año y Smith ya ha conseguido una tripleta de actuaciones sorprendentes. La primera fue Cuatro Vidasel indignante drama de la BBC sobre el asesino en serie Stephen Port y los fallos de la policía metropolitana, supuestamente homófobos, que le permitieron seguir matando. Smith interpretó a Sarah Sak, la madre de la primera víctima de Port, Anthony Walgate. Si la policía no hubiera descartado la muerte de Anthony como autoinfligida, porque era un joven homosexual trabajador del sexo, podrían haber evitado que Port asesinara a otros tres jóvenes. La Sak de la vida real, que luchó incansablemente para que la policía tratara la muerte de su hijo como sospechosa, tenía una petición cuando habló con los productores de la serie: “Quiero que me interprete un pájaro del norte, no una actriz elegante”.
Smith fue la elección perfecta. Interpreta a Sak como una mujer con un amor ilimitado que persigue la justicia como un pitbull. No es una santa -en su dolor, grita y jura, aleja a su marido y se bebe puñados de pastillas con cerveza-, pero Smith no se dedica a las mujeres perfectas. Por ejemplo, la escena en la que Sarah sugiere, correctamente, que su hijo fue drogado, violado y asesinado. “Eso no es lo que estamos diciendo”, dice el policía. “Sí, pues yo sí”, responde ella. “Y lo seguiré diciendo mientras tenga un agujero en el culo”. Es el tipo de actuación sincera y poco llamativa en la que Smith destaca.
La semana pasada Smith protagonizó el programa de Channel 5 The Teachercomo una autoproclamada “escoria caótica con problemas de alcoholismo” que es acusada de acostarse con su alumno de 15 años. No es una mujer fácil de apoyar, pero Smith encarna de tal manera el dolor de su personaje que acabas sintiéndolo también. Y en la serie de ITV Sin retornoque comienza el lunes, es la madre de un adolescente que es detenido por agresión sexual mientras la familia está de vacaciones en Turquía. Como siempre, consigue esa potente mezcla de descaro y fragilidad: en un momento hace un karaoke al ritmo de “All About That Bass” y en otro escupe a los pies de una madre que se niega a ayudarla.
Al igual que Stephen Graham, otro de los mejores actores de este país, Smith consigue no sólo interpretar, sino convertirse en sus personajes. Tal vez porque ha estado en el extremo receptor de interminables escándalos sensacionalistas y ha luchado abiertamente con su propia salud mental, parece tener una empatía ilimitada. Se siente atraída por interpretar a mujeres que no tienen nada que perder, sus personajes se enfrentan a la pena, la pérdida, la adicción o la enfermedad mental. Como Anna Mackmin, que la dirigió en Hedda Gabler en el Old Vic en 2012, dijo que “le falta una capa de piel”.
El casting de Smith en Hedda Gabler levantó las cejas en su momento -incluso el Old Vic necesitó un poco de convencimiento-, pero su actuación demostró que la gente estaba equivocada. Lo ha hecho durante toda su carrera de dos décadas. Cuando fue elegida para el papel de Legally Blonde en el West End en 2010, era más conocida por interpretar a jóvenes caóticas en La familia Royle, Dos pintas de cerveza y un paquete de patatas fritas, y Gavin & Stacey. La gente “lo criticaba de antemano”, recuerda. “Creo que habían pensado: ‘Oh, ese pájaro de Dos pintas de cerveza va a intentar cantar un poco'”. Pero su forma de cantar, al igual que su ritmo cómico en esas comedias de los años noventa, y al igual que su actuación en estos dramas descarnados, era impecable.
Actuar fue lo único que Smith se planteó hacer. Fue “criada por unos padres muy honrados” enLincolnshire, y a los seis años ya se subía al escenario para participar en el espectáculo de country y western de sus padres. “No sirvo para nada más”, le dijo una vez a un entrevistador con el típico desprecio hacia sí misma. “Soy bastante espesa, ya ves”.
Esa duda ha estado a punto de ser su perdición. Cuando se hizo famosa, “me sentía estresada y ansiosa todo el tiempo”, dijo Usted revista en 2020. “Se suponía que debía ser una celebridad, pero no podía hacerlo bien. Los publicistas me decían cómo debía comportarme. Me olvidaba y decía exactamente lo que pensaba. Bebía pintas, hacía chistes groseros y era brillante diciendo lo que no debía”. La prensa sensacionalista se cebó con ella. En 2016, la pérdida de su padre hizo resurgir el trauma de haber perdido a su hermano de cáncer cuando tenía ocho años, y sufrió una especie de colapso. Tras dejar de tomar su medicación para la ansiedad, acabó en el hospital. Cuando se tomó una licencia de Funny Girl, Graham Norton bromeó sobre ello en el escenario de los Baftas. “Aquí estaba yo, en una angustia increíble, y una sala llena de gente de mi industria se reía de mí”, recordó más tarde.
Fueron los miembros del público quienes la ayudaron a superar esos días oscuros, lo que sin duda es un testimonio de la capacidad de Smith para conectar con su público. Los desconocidos la paraban por la calle y la abrazaban. “No te preocupes, cariño”, le decían. “Estarás bien”. Esas palabras de consuelo, combinadas con el nacimiento de su pequeño hijo Billy, le dieron fuerzas para volver a actuar.
“Quiero encontrar el corazón en ellos”, dijo Smith una vez sobre sus personajes, “sin importar lo defectuoso que sea alguien”. Que siga haciéndolo.
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