Bienvenidos a la habitación roja. Con llamas que estallan como ataques de pánico y láseres que atraviesan el cielo, Billie Eilish baja por una enorme rampa, iluminada de color rojo sangre, y se dispone a habitar una metáfora del tamaño de una pirámide de su agitación interna.
“¿Estáis preparados para divertiros?”, pregunta entre canciones sobre el suicidio (la primera canción tribal “bury a friend”) y la obsesión (el tema de música disco “my strange addiction”). Sin embargo, no tarda en pedirnos que gritemos a “lo que te jode” durante una interpretación compulsiva de “deberías verme con una corona”. En realidad, deberíamos estar preparados para 90 minutos de catarsis noir-pop.
A su manera, la actuación de Eilish es tan importante como la de Jay-Z o Stormzy. No porque sea la cabeza de cartel más joven del festival, aunque ciertamente hace volar el techo de los sueños de gloria de los adolescentes de Tik-Tokker. Sino porque marca el ascenso del pop alternativo: una imitación casera y personalizada del mainstream que habla mucho más cerca de la experiencia adolescente real de 2022. Desde luego, más que cualquier cantidad de volantes de ruptura ultraconfiados y sobresexualizados escritos por equipos de producción suecos de larga data. Los tonos del pop alternativo son oscuros y deprimentes, sus emociones crudas y rotas, sus preocupaciones cargadas de fatalidad. La fama está llena de inseguridades, el sexo es lamentable y las drogas, cuando se mencionan, generalmente se recetan para la ansiedad.
Fiel a su estilo, hay mucha angustia e inseguridad en el conjunto de Eilish, desde el mambo crepuscular de “GOLDWING” hasta el magnífico groove nocturno “Therefore I Am”. A mitad de camino, lamenta la anulación de Roe vs Wade (“un día oscuro para las mujeres en los Estados Unidos”) antes de un dúo acústico con su hermano compositor Finneas en “Your Power”. Antes de “Everything I wanted”, un tema sobre los problemas de la fama, hace referencia a la ansiedad climática, tema de su nueva película. Sobrecalentado y el tema de su reciente actuación de seis noches en el O2.
Pero mientras que precursores estilísticos como Frank Ocean y The xx han ofrecido espectáculos titulares de festivales tenues y deslumbrantes que han llegado a un crescendo dramático, Eilish dirige hábilmente una experiencia más profunda y dinámica. Con un álbum de debut de pop húmedo y una continuación más rica e introspectiva, el álbum del año pasado Happier Than Ever – salta con facilidad entre iniciar fiestas de lástima viscerales con “bellyache” y un fantástico “bad guy”, encantarnos con los vídeos caseros de su infancia en “Getting Older”, y hacer una pausa en el programa para una sesión de terapia de autoayuda.
La tan rumoreada aparición de Harry Styles como invitado no se produce, pero probablemente habría quedado eclipsada por el clímax de rock’n’roll total de “Happier Than Ever”. El pop alternativo ha llegado, con una gran explosión.
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