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Bruce Nauman es el embaucador inexpresivo del arte conceptual. El estatus de este artista estadounidense de 81 años de edad como un nombre a tener en cuenta – “uno de los artistas más influyentes del mundo” es la descripción interminable- apenas se ha deslizado a lo largo de los más de 50 años de su carrera. Sin embargo, obras emblemáticas como “Walking in an Exaggerated Manner Around the Perimeter of a Square” (1968), un vídeo en el que el artista hace precisamente eso, se sienten como inescrutable e interminablemente extendidas líneas conceptuales. El hecho de que el espectador se pregunte si la obra implica grandes profundidades filosóficas, o si lo que ves es más o menos lo que obtienes, ha contribuido, en mi opinión, al prestigio de Nauman. Nadie quiere ser la única persona de la sala que no participa en una gran broma “intelectual”.
Esta gran exposición, ahora en su tercera y mayor encarnación, después de las exposiciones en la Tate Modern y el Stedelijk Museum de Ámsterdam, representa quizá la última oportunidad de conocer a este artista sumamente esquivo. Mientras que las anteriores manifestaciones (la de la Tate sólo duró tres semanas debido a Covid) incluían las influyentes obras de vídeo de Nauman, esta versión, en el gigantesco Hangar Bicocca, se centra en obras “arquitectónicas”: pasillos y habitaciones enteras. Es una oportunidad para adentrarse físicamente en la obra de Nauman y descubrir qué hay en el fondo, si es que hay algo.
La primera impresión es la de una colección de esculturas mínimas de entrada extremadamente refinada. La exposición promete que la arquitectura de Nauman explora inquietantes sensaciones de confusión y confinamiento. La primera obra que vemos es Dream Passage with Four Corridors (1984), que consiste en cuatro pasillos iluminados con neón que convergen en un espacio central con una mesa y dos sillas de acero, y otra mesa y sillas que se proyectan como un espejo desde arriba. Es innegablemente bello, pero no lo suficientemente onírico, y mucho menos pesadillesco.
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