Es una verdad universalmente reconocida – al menos entre la gente de cierta edad y demografía socioeconómica – que Conversaciones con amigos es la mejor novela de Sally Rooney, un debut superior a su aclamada continuación, Gente normal. Así que no es de extrañar que la BBC vuelva al territorio que hizo de 2020 Normal People uno de los primeros verdaderos éxitos del cierre, un Rey Tigre para la generación que derrocha alegremente el dinero de la hipoteca en cafés con cúrcuma. Conversaciones con amigos retoma la fórmula con tanta fidelidad que ni siquiera la ausencia de continuidad narrativa puede evitar que se sienta como una secuela.
Conversaciones con amigos sigue las vidas enredadas de Frances (la recién llegada Alison Oliver) y Bobbi (American Honeyde Sasha Lane), que son mejores amigas, ex amantes y, para su eterna vergüenza, poetas de interpretación. “Son muy intensos juntos”, dice Nick (La favoritade Joe Alwyn) observa, después de que el dúo sea obligado a cenar por su esposa Melissa (GirlsJemima Kirke). Nick y Melissa, actor y escritora respectivamente, se convierten en fuentes de fijación para las chicas. Frances se siente atraída por Nick, mientras que Bobbi coquetea con Melissa. “¿Puedes imaginártelos solos?”, se pregunta Bobbi, cuando ella y Frances entran a saco en este matrimonio.
Como espectadores, no tenemos que hacerlo (aunque queramos). Conversaciones con amigos es una historia de invasión de hogar: Frances y Bobbi llegan como un viento fuerte del mar de Irlanda. Frances, comunista declarada, se pone muy contenta con los muebles de mediados de siglo de la pareja. “Vuestra casa es muy chula”, dice. “Sois unos adultos”, añade Bobbi. Esa brillante fachada de las vidas de Nick y Melissa -el impulso capitalista esencial de consumir y poseer- es la crítica central, pero agnóstica, del programa. A la pregunta de por qué escribe poesía, Frances responde que le gusta “la impermanencia de la misma”. “Me siento un poco enferma cuando pienso en que es eterna”, añade. Con el tiempo, descubre que su mente, su cuerpo y sus experiencias se han convertido en mercancía gracias a su relación con Nick. Y así, se pone a reflexionar sobre el estado de miseria terminal de la humanidad.
La historia es de Frances, y Alison Oliver, que se muerde los labios con ansiedad y traga en seco con nerviosismo, lleva la obra con creces. Es una presencia celta solitaria en una producción que se siente llamativamente despojada: Bobbi es ahora americana y Melissa inglesa. Esas interpretaciones se sienten muy dentro de los rangos establecidos de sus actores (¡oh, vaya, es Jemima Kirke interpretando a una mujer que enmascara su vulnerabilidad con una confianza vociferante! El chico londinense Joe Alwyn (que se parece increíblemente, hay que decirlo, a un golden retriever) tiene un tono irlandés tan sutil que es casi indetectable, pero consigue captar algo de la sensualidad de Nick (como un muñeco Ken bien leído y emocionalmente manipulador).
Conversaciones con amigos es larga. La serie tiene 12 episodios. Mi edición británica de la novela tiene 321 páginas, lo que significa, según me aseguran varios expertos, que cada episodio representa unas 27 páginas de acción. El problema de la protracción (o compresión) es endémico en la adaptación de novelas, pero el ritmo de Conversaciones con amigos se siente tan indulgentemente lánguido, el entorno (ya sea en Irlanda o en Croacia) tan opresivamente repetitivo, que el efecto es, en el mejor de los casos, hipnótico, y en el peor, soporífero. “Es una obra de teatro adecuada”, dice Nick, de la obra de Tennessee Williams La gata sobre el tejado de zinc, “en la que pasan cosas”. Esto, parece anunciar con orgullo, es lo contrario.
Aunque es indudablemente lento, solipsista y autocomplaciente, el programa tiene un atractivo ambiental. Es una televisión diseñada para ser vista de reojo mientras se hace scroll en Instagram, espiando a desconocidos en dos pantallas simultáneamente. Y si la perspectiva de ver la vida de un grupo de millennials con bastante derecho a desenredarse a un ritmo más cercano al del Capitán Tom que al de Mo Farah no te excita, hay un montón de primeros planos de gente guapa besándose para mantenerte distraído. Al final, Conversaciones con amigosal igual que sus personajes, no tiene mucho que decir, pero se toma su tiempo para decirlo.
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