El arte del álbum confesional pop se ha perfeccionado: Adele, Beyoncé, Olivia Rodrigo, Selena Gomez y muchas otras han cosechado los frutos artísticos y comerciales de airear tus trapos sucios desde lo más alto de las listas de éxitos. En su camino de estrella adolescente de Disney a angustiada superviviente del R&B/country pop, Demi Lovato ha tenido mucho que procesar en disco; el año pasado Dancing with the Devil…The Art of Starting Over se enfrentó a su casi fatal sobredosis de drogas de 2018 y a su recuperación, a sus batallas con la bulimia y a la exploración de género que la ha visto cambiar sus pronombres a ellos/ellas y viceversa en los últimos años. Ahora, como si sus demonios siguieran royendo su salida con más ferocidad que nunca, ha recurrido al hard rock para exorcizarlos mejor. El hecho de que sea un género más adecuado para ser cabeza de cartel de un festival no es más que una sonrisa de la fortuna.
Sin duda, se lanza a por todas, y por la garganta. El primer tema, “Freak”, cuenta con el maníaco punk-pop du jour Yungblud y, sobre guitarras goth-rock carnavalescas y estallidos de glamour industrial y hardcore, encuentra a Lovato lamentando su condición de “trozo de carne” tallado para el entretenimiento: “Vine por el trauma, me quedé por el drama”. “Skin of My Teeth” aborda su reciente regreso a la rehabilitación (“Sólo quiero ser libre, pero no puedo porque es una jodida enfermedad… la parca llama a mi puerta porque soy adicta a más”) al estilo del pop-rock de Hole Celebrity Skin mientras que “Eat Me”, afín al synth-rock más machacón de Muse, hace girar la diana desde ella misma hacia la industria que la encadenó a sus lucrativas expectativas. “Sé más predecible, sé menos político, no demasiado original, mantén la tradición pero sigue siendo individual”, gime, enumerando las notas de A&R antes de patear el estribillo power punk: “Conozco a la chica que adorabas, está muerta, es hora de llorar… tendrás que comerme como soy”.
Holy FvckDesde el título hasta el final, es un disco clásico de desprendimiento de la fachada pop, lleno de desafío y renacimiento real. Y, como es la naturaleza de estos álbumes de emancipación, es extremadamente cachondo. El rockero “Come Together”, desprovisto de la insinuación astuta que caracteriza a la mayoría de las canciones llamadas “Come Together”, trata flagrantemente del orgasmo simultáneo. La canción que da título al disco, “Royal Blood”, debe tomarse al pie de la letra, sin metáforas. A ritmo de Marilyn Manson, “Heaven” desentraña el dilema espiritual del cristiano que se masturba. Y en cuanto a “City of Angels”, Lovato imagina -en modo pop-punk al más puro estilo Avril Lavigne/Blink-182- “bautizar” una amplia gama de lugares emblemáticos de Los Ángeles, desde el Viper Room hasta Splash Mountain, y no en el sentido presbiteriano. En absoluto.
Sin embargo, entre los aullidos de buzz-rock y los gritos de aire, hay mucho espacio (en un disco francamente demasiado largo) para una emoción más sutil. “29” lamenta el proceso de envejecimiento, Weezerishly. “Feed” detalla cómo, de la “dos lobos dentro de mí“, ha aprendido a alimentar el optimismo por encima del pesimismo. “Dead Friends” da a los compañeros de fiesta que Lovato ha perdido por el camino el homenaje de rock antémico que se merecen. Y “Happy Ending” es un emocionante trozo de búsqueda del alma del pop grunge, en el que Lovato confiesa que “echo de menos mis vicios”, “los demonios me llaman y me hacen pedazos” y que el estrellato del pop sólo agrava el dolor: “Yo era su niño del cartel, funcionaba por un tiempo pero no llenaba el vacío”. “¿Voy a morir tratando de encontrar mi final feliz?”, reflexiona pero, como Holy Fvck se desliza hacia un cierre más tradicionalmente country rock, parece que no.
“Creo que esto es para siempre para mí”, dice la gran balada folk de cierre “4 Ever 4 Me”, y tanto si se refiere a un nuevo romance como a esta lograda inmersión a dos patas en el rock, bien merece un brindis.
‘Holy Fvck’ sale a la venta el 19 de agosto
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