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Reseña de Ed Sheeran, Cardiff: El espectáculo del estadio nos recuerda por qué ya no es un surfista de sofá

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En el mayor espectáculo de la historia de Gales, Ed Sheeran ofrece una actuación estimulante pero desigual, sin sorpresas ni riesgos. Sabemos que es el mayor espectáculo de la historia de Gales porque él lo menciona, dos veces. Al cantautor le gustan los números. Menos aficionado a su banda, al parecer, a la que se le permite salir para aproximadamente cuatro canciones durante el set de dos horas en el Principality Stadium de Cardiff. Pero bueno, Sheeran tiene pedales de bucle. Es básicamente una banda por sí mismo.

Esta actuación cargada de éxitos es un cambio positivo respecto a la irritantemente básica actuación del artista de 31 años en Glastonbury en 2017. Sale con fuerza -desde un escenario circular giratorio en el centro del estadio- con “Tides”, el himno que abre el álbum de este año = (Equals). “Blow”, su número (de dientes) con Chris Stapleton y Bruno Mars, parece una elección extraña para seguir, preparando al público para un gran espectáculo de rock al nivel de Springsteen. Pero a partir de ahí, Sheeran nos guía hacia una noche de sus canciones pop más edificantes y baladas para bodas.

Dado que la mayoría de los fans aquí presentes seguramente conocen la historia de Sheeran -que empezó surfeando en el sofá y tocando en pequeños conciertos por el Reino Unido- es un poco extraño que la mencione tan a menudo. Lo impresionante es escuchar cómo muchas de esas canciones siguen sonando frescas. El single del debut, “A Team”, con su tierno rasgueo de guitarra y una letra franca y evocadora, es tan conmovedor como siempre. Es divertido cuando presenta “Give Me Love” como una canción que su público podría no conocer (claro, sólo tiene medio billón de streams). Pero la interpretación en sí es magnífica, y se construye de forma constante sobre capas de armonías vocales hasta llegar a una emocionante cri de coeur.

Algunas canciones, como “Shape of You”, parecen extrañamente precipitadas: en un momento dado, Sheeran parece tropezar con el ritmo acelerado. Cuando interpola “Don’t” con “No Diggity”, es como si se refiriera deliberadamente a su reciente juicio por plagio, durante el cual cantó el tema de Blackstreet para demostrar cómo innumerables canciones tienen similitudes fundamentales. Hay muchos guiños a otros artistas durante el set: “Sing” tiene la pegada de la guitarra al estilo latino de Pharrell, mientras que el reciente single “Bad Habits” corre a lo largo de una línea de sintetizador deudora de Bronski Beat.

Al volver para un bis, me pregunto si la razón por la que Sheeran se siente obligado a desgranar todas esas estadísticas ante sus fans es porque todavía no cree en su propio éxito. Eso explicaría por qué el espectáculo en vivo parece un ejercicio de verificación de datos como algunos de sus álbumes: está tan interesado en asegurarse de que todo el mundo se lo pase bien que se olvida de disfrutar él mismo. Pero hay momentos raros -como el de “You Need Me, I Don’t Need You”- en los que realmente parece que se lo está pasando bien. Y esas primeras canciones son el mejor recordatorio de por qué Sheeran está en los estadios, ahora, y no en los sofás.

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