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Reseña de Julia Jacklin, Pre Pleasure: The high of a lifetime

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La revolución “WAP”, al parecer, ha llegado a los folkies. A lo largo de dos álbumes de folk sublime y de rock atmosférico fulminante -el de 2016 Don’t Let the Kids Win y el de 2019 Aplastante – La cantante de Melbourne -vía Blue Mountains- Julia Jacklin se hizo un nombre no solo como compositora imaginativa, sino como letrista franca y directa, abordando temas como la pornografía vengativa y las crisis de sexualidad. Su tercer álbum Pre Pleasuregrabado en Montreal con el productor de The National, Marcus Paquin, se adhiere al ideal de que la apertura de la composición moderna debe ir más allá de lo emocional y abarcar todos los aspectos de la psique femenina.

Junto a las canciones sobre el amor, la religión, las dudas sobre sí misma, la familia y la amistad perdida, Jacklin canta sobre el juego de roles en el dormitorio de una maga sexy “desnuda bajo la capa”, y sobre ver porno para intentar (y fracasar) excitarse. Gracias a artistas como Peaches, St Vincent, Khia, Cardi B y ahora Jacklin, el sexo abierto en la música, despojado del velo metafórico, ya no es territorio exclusivo de cachondos lascivos como los Red Hot Chili Peppers, The Bloodhound Gang o Blink-182. Pre-Placer es uno de esos raros discos que revelan al artista completo, con patadas baratas y todo.

No es que, como podría sugerir el título, todo sean juegos preliminares y nada de golpes. Muchos de estos 10 temas se acercan al modo minimalista; los ritmos de glitch y los latidos del bajo del confesionario de pérdida de religión “Lydia Wears a Cross” alinean a Jacklin con el folk modernista de Sufjan Stevens o Sharon Van Etten; los límpidos tonos de hula de “Moviegoer” recuerdan la brumosa sofisticación de Portishead o la preciosa Keren Ann. 101 de Keren Ann de 2011. Pero a menudo las canciones se convierten en elegantes edificios con toda la banda o se desvían hacia un ruido inesperado. El suave piano pop de “Love, Try Not to Let Go” se ve invadido por descargas de guitarra fuzz, todo dulzura y lucha.

En otros lugares, donde la emoción de una canción lo requiere, Jacklin sube las revoluciones. El rock motorizado se adapta mejor a la fractura personal de “I Was Neon”. Un dulce desvanecimiento grunge encaja con “Be Careful With Yourself”, una lista de tareas para un potencial compañero de vida para asegurarse de que se queda. Y reconstruye las texturas ásperas de The Velvet Underground para ayudarla a capturar la lujuria silenciosa de “Magic” (su shagathon con temática de conjuros) y el desorden desolado de una hermandad que se desmorona en “End of a Friendship”.

Sin embargo, en última instancia, los momentos más escasos son los que más afectan. “Less of a Stranger”, una lastimera canción de guitarra que rompe el corazón, gira en torno a la devastadora línea “I just wish my own mother was less of a stranger”. Y el himno “Too in Love to Die” es una canción de amor como ninguna otra: Jacklin imagina que su resplandor emocional debe hacerla inmortal si su avión se hunde o se mete en el tráfico a toda velocidad. Si esta es la Pre placer, prepárate para el subidón de tu vida.

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