Dir: Apichatpong Weerasethakul. Starring Tilda Swinton, Elkin Díaz, Juan Pablo Urrego, Agnes Brekke. 12A, 136 minutes.
Hacia el final del psicodrama ecológico de Apichatpong Weerasethakul Memoria, un hombre yace dormido en la hierba, o posiblemente muerto. Está en el campo a las afueras de Medellín, con Tilda Swinton observándolo. La cámara de Weerasethakul permanece estática durante lo que parece un siglo, el cineasta no se preocupa por el tiempo, los cortes o las convenciones cinematográficas. Te hace inspeccionar el cuerpo del hombre en busca de aliento, notar el vaivén de la vegetación que lo rodea y la suavidad del viento vecino. Memoria vive o muere en estos momentos.
Swinton es Jessica, una expatriada británica en Colombia, que se sobresalta una noche por un ruido sordo alarmante. Más tarde, se lo describe a un ingeniero de audio como “una gran bola de concreto que cae en un pozo de metal rodeado de agua de mar”, y lo insta a intentar recrearlo. De alguna manera, después de 10 o más minutos de clics, desplazamientos y golpes digitales, lo hace. El sonido sigue persiguiéndola: en su cabeza, en la calle, interrumpiendo una aburrida historia contada por su hermana en la cena. Le pide ayuda a un médico para dormir, le dice a un amigo que cree que se está volviendo loca y viaja de la ciudad a la jungla, donde encuentra respuestas. Quizás.
Memoria desafía toda explicación, más parecido a un viaje mágico y misterioso del subconsciente que a una película narrativa. En todo caso, es un deja vu viviente. O lo más parecido al cine a esa inquietante sensación de conocer a alguien que estás convencido de haber conocido antes. Weerasethakul prefiere tomas largas e ininterrumpidas, a menudo capturadas a distancia. Sus personajes hablan en perpetuas elipses, sobre el espacio y la conciencia y los frigoríficos de última generación. Swinton es el ancla emocional de la película, siempre devolviéndola a la tierra cuando corre el riesgo de volverse demasiado aireada por su propio bien.
Sin embargo, es un riesgo que vale la pena correr. Memoria rápidamente se asienta en una especie de ambigüedad mística, avanzando constantemente poco a poco hacia una explicación completa antes de retirarse. Introduce tramas secundarias que parecen mezcladas con portentos y metáforas, y luego las abandona. Los sueños y la realidad son intercambiables.
tu disfrute de Memoria Dependerá de tu resistencia para este tipo de película artística, pero hay algo gratificante en ella una vez que llega a su fin. No por las explicaciones que en realidad nunca llegan, sino por su sentido del mundo: que todos estamos conectados de alguna manera, atravesando un planeta demasiado asombroso para las palabras. Para una película principalmente sobre Tilda Swinton siendo molestada por un gran splonk metálico, es extrañamente reconfortante.
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