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Reseña de Metronomy, Small World: Demasiado seguro para llamar la atención

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Los rumores de que Metronomy se ha vuelto a animar han sido muy exagerados. Si bien es cierto que el sexto álbum de la banda abraza sonidos más alegres y janglares, Small World’s líneas de apertura son: “No sé/ La vida y la muerte/ Espera hasta que no quede nadie”. Lleva a los oyentes a un viaje en el que el destino final es: “He visto suficiente/ Pretendiendo/ No puedo mirar hacia otro lado”.

Tal y como indica la fotografía de los noventa que aparece en la portada del álbum (tomada por la madre del vocalista James Mount), estas nueve canciones marcan la última década del siglo pasado. En una reciente entrevista con The Sunday Times, Mount dijo que creció sintiéndose molesto por las canciones “inanamente positivas”. Destacó la seriamente media de The Boo Radleys “Wake Up Boo!” (que Chris Evans ponía todas las malditas mañanas en BBC Radio 2) y (menos justamente) “Shiny Happy People” de REM como principales infractores. Pero ahora, al borde de los 40 años y ocupado en la crianza de los hijos, sospecha que ha llegado el momento de abandonar la ceja arqueada que caracterizaba sus primeros trabajos. Tal vez esos temas “inanamente positivos” sirvan para algo después de todo.

El problema con Small World es que su ambiente indie de los años noventa -sintetizadores extravagantes y rasgueos acústicos- es más bien un circuito de pub “Wake Up Boo!” que un jubiloso “Shiny Happy People”. Los fans que hayan escuchado el single “Things Will be Fine” conocerán el sonido. Hay una alegre melodía impulsada por alegres rasgueos y crescendos antes del estribillo. Esta alegría desenfadada se ve contrarrestada por observaciones sabiamente secas (“Recuerdo la primera vez que sentí este peso sobre mí/ Sí, sólo tenía 15 años”). Cuando Mount vuelve a acostarse con su banda después de la rica excursión en solitario de Metronomy Forever (2019), hay placeres que se pueden obtener en ese atasco colectivo. Está claro que se divirtieron invocando visiones de pana y sidra turbia, haciendo un guiño al primer Bowie en “I Lost My Mind”. Pero esa sonoridad también se siente demasiado segura para captar tu atención. Es el sonido simpático y poco distinguido del cómodo estilo de vida que Mount describe en “Love Factory”: “Vamos al teatro/ Quedemos con los amigos”.

Eso no quiere decir Small World carezca de placeres. Mount es un hábil creador de melodías: me gustaron los tontos golpes de teclado Casio de “It’s Good To Be Back”, y la tensa línea de bajo pub-grunge de “Loneliness on the Run”. La alegría de las texturas viene en forma de un solo de silbido en “Lost My Mind” y una flauta jazzística en “Right On Time”. Los charcos de piano que se extienden alrededor de los sentimientos de “Life and Death” son encantadores.

Pero terminé este álbum pensando en la queja de Mount a The Sunday Times. Decía que le entristecía que la radio convencional nunca pusiera sus canciones. Sin embargo, la paleta de colores pastel pastiche de Small World no se dirige realmente a la corriente principal. Está diseñado para encajar perfectamente en la lista de reproducción de 6 Music. Inteligente y agradable. De buen gusto y afinado. Sólo un poco sorprendente.

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