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Reseña de Ozzy Osbourne, Paciente número 9: Sería temerario considerar esto como un canto de cisne

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Mientras que Ordinary Man contó con colaboraciones de Elton John, Post Malone, Tom Morello, Charlie Puth, Travis Scott y la mayoría de Guns N’ Roses, Patient No 9 es una lista de héroes más duros: junto a los Roses que regresan están Josh Homme, Eric Clapton, Jeff Beck, y varios miembros de Jane’s Addiction, Metallica, Pearl Jam y Red Hot Chili Peppers. El difunto batería de los Foo Fighters, Taylor Hawkins, también hace su aparición, al igual que el demonio de Osbourne en Black Sabbath, Tony Iommi. Los acólitos se reúnen para rendir tributo pero, teniendo en cuenta el crujido contemporáneo del álbum bajo la mano del productor Andrew Watt, sería realmente temerario considerar Patient No 9 un canto de cisne.

No es que el propio Osbourne rebose de optimismo aquí; por lo que parece, sus días de ciclismo en quad han quedado atrás. “Atrás quedaron los días de ayer, el mañana se enfría”, dice en la colaboración de Iommi “No Escape From Now”. Aunque la dolencia del doom rock de la canción acaba cobrando vida cuando Osbourne sale de la tumba en su segunda mitad y se dispone a llevar a cabo una venganza no-muerta contra sus enemigos, un angustioso fatalismo empapa el disco. En “Mr Darkness” escribe una carta a Satanás anunciando su suicidio. “Mi vida se ha convertido en el sol poniente”, se lamenta en “God Only Knows”, una canción de metal de cañón con Dave Navarro que está tan lejos de una versión de los Beach Boys como se puede conseguir.

Su diagnóstico de Parkinson, y los estragos mentales de la edad en general, tiñen varios temas de tonos especialmente trágicos. En el tema que da título al disco, de estilo goliath rock, “se hace amigo de extraños dentro de mi cabeza porque parecen conocerme bien” y reflexiona “si hay un Dios, ¿por qué ha dejado que el diablo haga su trabajo en mí? En “A Thousand Shades” (de la oscuridad, por supuesto) sus recuerdos “se desvanecen como fotografías”; el punto culminante del álbum, “Nothing Feels Right”, lo encuentra golpeado por su propio reflejo. También ve poca esperanza en la humanidad. Las “naciones en llamas” están “bailando en el humo” en el monolítico country rocker “One of Those Days” mientras Clapton ofrece un solo igualmente incendiario, mientras “Dead and Gone” señala “un circo de locos dirigiendo el espectáculo”.

El disco es más divertido de lo que sugieren las letras. La producción de Watt coquetea con la grandeza épica de Muse y con el metal antémico de un Oasis de Red Rocks. “Immortal” es una algarabía vampírica, el diario abierto de un Nosferatu cotidiano. Y los guitarristas invitados se lo pasan en grande chapoteando en el lienzo metálico de Osbourne… Patient No 9 es el sueño de un guitarrista aéreo. Pero para el momento en que rima “asfixia, masturbación, degradación” en la coescritura de Hawkins “Degradation Rules” – la segunda aparición de Iommi – las cosas se vuelven un poco ridículas, y con más de una hora el disco se alarga. Esperemos que una triunfante gira de regreso inspire una dirección más esbelta para el despertar del Príncipe de las Tinieblas a última hora.

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